El Plan de Desconexión Unilateral sacado de la galera por Ariel Sharón está lejos de lograr la estabilidad en la región. “No es un plan que contemple respuestas definitivas al problema con los palestinos” afirmó a Nueva Sión el titular del partido israelí Meretz/Yachad durante su estadía en Buenos Aires.
Y lamentablemente es cierto, después de la devolución de la Franja de Gaza no hay nada, y para colmo de males se anunció la construcción de 3.500 nuevas viviendas en Cisjordania.
Para la recordación nacional de Iom Hazikarón, día del recuerdo a los soldados caídos en defensa de Israel, Sharón confesó haber “hecho una promesa, evitar próximas guerras”. Promesa que, seguramente, caerá en saco roto cuando haya terminado de entregar Gaza y las 4 colonias de Cisjordania.
“En este día no hay diferencia entre nosotros. Recordamos que somos un pueblo con una sola meta, a pesar de las diferentes visiones”, señaló el Presidente de Israel Moshé Kastzav. La meta es la misma, sí, pero no hay acuerdo de cómo llevarla adelante ni a qué costo el modelo de país a construir.
Israel se debate, a 57 años de su heroica y emotiva creación, de narices ante algunos tópicos vitales para su futuro.
¿Paz o guerra? ¿Cuál es el precio de ambas posibilidades? ¿Hacia dónde marcha el Estado de Israel?
Está más que claro que la paz se hace con la voluntad de todas las partes involucradas y aún resta saber si Abú Mazen tiene el poder real como para erigirse en el socio adecuado del lado palestino.
Hay respuestas muy concretas que muchos pueden dar en algunos campos, sin embargo el precio de la paz aún sigue dando que hablar y pagando costos muy altos en vidas, expectativas y horizontes de esperanza. Especialmente para las nuevas generaciones y para los que sueñan con una paz estable, previsible y duradera con los vecinos de los pueblos árabes.
No es imposible, como no lo fue Israel, y como no lo es soñar y trabajar en consecuencia.
“Israelíes y palestinos tenemos una larga historia de oportunidades perdidas” afirmó Yasser Rabbo, el socio palestino del “Acuerdo de Ginebra”, en Buenos Aires.
Para el bien de todos, ya es hora de cambiar esa historia. Y por diferentes motivos, el Plan de Desconexión Unilateral de Sharón, como el “Acuerdo de Ginebra” de Beilin y Rabbo nos asoman a esa posibilidad. Será cuestión, esta vez, de no perder la oportunidad.