Memorias del Presente

Israel: Un sueño de 57 años

Escribir una nota para el Día de la Independencia de Israel, 57 años en esta ocasión, no es tarea fácil. Especialmente si el punto de partida es el de un observador-participante que llegó al país en alas de los sueños de cambio y transformación que nos condujeron -como a tantos otros jóvenes de aquella época- a incorporarnos a los kibutzim y a las filas de los movimientos que pregonaban la paz con los vecinos.

Por Moshé Hacohen (Desde Israel)

Años no fáciles, con las desaparición de dos bardos nacionales, que le han dado a la «Israel de entonces» su tinte y sus melodías: Ehud Manor y Nomi Shemer, la creadora de «Ierushalaím shel Zahav» (Jerusalem de Oro). Esa Israel del mito, que los más jóvenes miran con sorna desde los sonidos del trance y el metal locales, va quedando paulatinamente en el pasado, dando lugar a una sociedad cuyas diferencias internas son mayores que sus semejanzas.
Hoy nos encontramos aún en un país signado por dos parámetros principales: la relación con los palestinos, y, de allí, con sus vecinos y su propia población palestina o árabe-israelí; y las violentas transformaciones económicas.
En un país en que la educación de punta y competición muestra sus frutos en las más altas realizaciones tecnológicas -no olvidar el Premio Nobel de Química a dos científicos israelíes- y en un parque de recursos humanos y materiales en el campo de la computación y la robótica asediado por las grandes empresas internacionales.
En un país en el que uno de sus equipos de básquetbol, Maccabi Tel Aviv, acaba de lograr por tercera vez en la historia, la Copa de Europa, una de las pocas alegrías populares de este año.
En un país en el que su creación literaria original ha sido traducida en los últimos cuatro años a más de 65 idiomas y sus ensambles de ballet moderno conquistan los públicos más refinados del mundo de la cultura.
En el que se realiza la competencia internacional de jóvenes intérpretes de piano en memoria de Aturo Rubinstein.

El texto

Esos son algunos titulares. El texto, muy abreviado, enhebra el proyecto de separación de la Franja de Gaza, originado en la oficina del Primer Ministro, Ariel Sharón y que, se pondrá en práctica en los próximos meses con la evacuación paulatina de los israelíes que allí residen.
Un movimiento unilateral de Israel, no coordinado con la Autoridad Palestina y cuyo nacimiento y malestares son seguidos por la prensa cotidiana.
Los colonos de la zona -7.500 en número en medio de una población de 1.400.000 palestinos- acompañados por las entidades que representan a los colonos de la Margen Occidental -Judea y Samaria-, fracasaron en sus campañas dirigidas a captar a la opinión pública y a abortar el proyecto. Al mismo tiempo, a pesar de las leyes que resarcirán el valor material de la pérdida, el Gobierno no hace lo suficiente para acompañar a esas miles de familias que se sienten arrancadas de sus hogares, en muchos de los cuales habitan ya tres generaciones.
Los lectores atentos de la prensa cotidiana no han dejado de prestar atención a las declaraciones del secretario del Primer Ministro quien ha declarado que «desprendernos de la Franja de Gaza, permitirá anexar territorios de Judea y Samaria, a pesar de la opinión internacional».
Las discusiones de Sharón con el Presidente norteamericano Bush -en su último viaje- parecen reafirmar esta tesis y el trazado del muro de separación entre Israel y los territorios de la Autoridad Palestina allí, parecen confirmarlo. Si bien el muro ha sido levantado en varios segmentos sobre la llamada Línea Verde de cese del fuego de 1948, en otras incluye colonias israelíes transformadas en ciudades que quiebran la continuidad territorial palestina.
Todo este movimiento no incluye el apoyo tácito o descubierto a Abú Mazen y su Gobierno, que está haciendo esfuerzos importantes para pacificar a su población y desarmar a los grupos terroristas con el asesoramiento de la CIA, los servicios egipcios y financiación europea.

Una tragedia bipolar

Desde la guerra de 1967, Israel se ha negado a determinar sus fronteras políticas territoriales, en la meseta del Golán, en Judea y Samaria, constituyendo -así- un país que carece de fronteras definidas. Pero, al mismo tiempo, se han ido endureciendo las fronteras entre los distintos grupos étnicos que constituyen su entramado social.
La violencia, que es parte de la dominación de los palestinos por parte de las fuerzas armadas de Israel, sigue manifestándose en toda su tragedia.
Jóvenes, adolescentes y niños baleados por jóvenes soldados atemorizados en sus puestos de control en un mar de población enemiga. La tragedia es bipolar, por un lado la represión de los palestinos y, por el otro, la contracara de la represión: la transformación de lo mejor de la juventud israelí judía en agentes de esa represión, con todas las consecuencias personales y afectivas que conlleva.
Más allá, como si fueran ajenos a esa tragedia, un quinto, el 20% de los ciudadanos de Israel, no judíos, deberán encontrar su lugar en esta sociedad. Ya están reclamando un lugar en un debate público cuyo título es: «Israel: ¿un Estado judío y democrático o un Estado para todos sus ciudadanos?».
Ese mismo debate entre políticos y editorialistas judíos coetáneos, se podría denominar: «¿El fin del sionismo o qué sentido tiene el sionismo (salvo para comunidades en peligro) cuando tenemos ante nosotros un país con mayor densidad de población que China continental?».

La economía

En la economía prosigue el proceso de concentración de bienes y capitales con la venta de bancos, compañías gubernamentales y tierras en la franja costera, desde Haifa a Ashkelón, y también en derredor del Mar de Galilea, cerrando el acceso libre a la población.
Los recortes presupuestarios han reducido los gastos en bienestar social a uno de los niveles más bajos en los países al norte del Ecuador.
El Instituto del Seguro Nacional -en su último informe anual- indica que desde el 2001 ha habido una reducción del 11,5% en los beneficios a familias uniparentales, discapacitados, ancianos y niños. Señala también que Israel está posicionada entre los últimos de los 30 países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OECD), debajo de España, Portugal, Polonia y Grecia, y por encima de Estados Unidos, Japón, Islandia, México y Corea.
El sistema de educación está en la picota, en una reorganización administrativa que va significando la reducción y despido de 4.500 puestos docentes, con lo que se ampliarán la cantidad de alumnos en las aulas y se reducirán las horas de estudio. La violencia escolar, agresiones a maestros y heridos de arma blanca en los grados primarios ya no causan sorpresa en los noticiarios cotidianos.
Los estamentos de la burguesía acomodada ya ha puesto en marcha sus jardines de infantes, escuelas y colegios privados rompiéndose, así, uno de los polos de conformación de la sociedad israelí, con sus códigos y mensajes comunes.
Todo ello nos proporciona un panorama de transición, de búsqueda de respuestas, de movimientos internos.
Israel, después de casi 60 años de independencia, aún no ha decidido su futuro.