Los jueves, como cada semana, las Madres de Plaza de Mayo hicieron su tradicional ronda por el centro de la plaza de la que tomaron el nombre, frente a la casa de gobierno argentino. Pero esta vez no sólo recordaron a sus hijos perdidos, también celebraron el 28 aniversario de su inagotable lucha.
«Nunca dejamos de venir en todos estos años. El pedido de justicia sigue siempre vigente. Nos corrieron, nos pegaron, pero nunca tuvimos miedo», recordó Josefina Noia, unas de las 14 madres que en abril de 1977 marcharon por primera vez en la plaza para exigir la aparición con vida de sus hijos.
«Nunca supe nada, como si yo no hubiese traído una hija al mundo», sollozó, recordando aquel día de octubre de 1976 en que un grupo de tareas de las fuerzas armadas se llevó a su hija.
Un año después del golpe de Estado que derrocara a Isabel Perón, alrededor de la pirámide ubicada en el centro de la Plaza de Mayo, 14 mujeres con pañuelos blancos comenzaron a dar vueltas para reclamar la aparición de sus hijos desaparecidos a cuenta de la más sangrienta dictadura del continente americano.
Con el tiempo, otras se fueron sumando hasta convertirse en las ‘Madres de Plaza de Mayo’, consideradas un símbolo mundial de la lucha por la defensa de los Derechos Humanos.
Tras marchar, junto a otras organizaciones de Derechos Humanos, las Madres reivindicaron su lucha que, en 2003, obtuvo su mayor recompensa cuando el Congreso derogó las leyes de «Obediencia Debida» y «Punto Final» que impedían el enjuiciamiento de los ex militares dictadores.
«Muchas madres han muerto, otras siguen con la poca fuerza que les queda, y a aquellas 14 nos fuimos sumando muchas… Mientras quede un pañuelo blanco dando vueltas a la plaza, nuestros hijos estarán presentes», dijo Tati Almeida mientras 1.000 globos celestes trepaban al cielo para recordar el alma de los hijos desaparecidos y la lucha inquebrantable de estas madres maravillosas.