Hace 25 años, mientras la lluvia de abril hacía brillar los adoquines de las calles de París, una multitud acompañaba el último viaje de Sartre.
Tal vez porque bajo los adoquines no estaba la playa, Sartre moría y nacían los ´80: comenzaba así la “era del vacío”.
Sartre no fue solamente el filósofo de la libertad, el compañero de ruta del totalitarismo stalinista, el responsable de que, en todo el mundo, jóvenes periodistas publicaran efímeros diarios bajo os nombres “Combate” o “Compromiso”. Fue también, el autor de un pequeño libro, con escasas 140 páginas, que llevaba el extenso título de “Reflexiones sobre la cuestión judía”.
Sin nazis y sin judíos
“Somos partidarios después del incendio, de borrar las huellas y de tapiar el laberinto”
René Char
Agosto del ´44. Francia festeja su liberación. París entero se abraza en las calles. La embriaguez de la libertad es un vino fuerte que se derrama a lo largo de la Rive Gauche. Está naciendo el mito del París ‘maquis’, el gran relato de la Francia resistente de la primera hora.
Vuelven los pocos judíos que no han sido deportados y asesinados. Las ceremonias y los monumentos se abstienen cuidadosamente de mencionarlos y las democracias los incluyen en las “pérdidas de las naciones”. Así, adquieren post mortem la nacionalidad que las leyes raciales les habían negado y -¡perversiones de las historiografías oficiales!- desaparecerá el carácter específicamente judío de sus muertes, en ellos, que durante la ocupación no pudieron ser otra cosa sino judíos.
¿Quién celebrará su regreso? ¿Quién escribirá el relato de su agonía? ¿Quién se rebelará contra “lo más final” de la solución final, cuando después de que el nazi asesinó los cuerpos, el demócrata pretenda asesinar la memoria? Sartre.
Sartre escribió sus “Reflexiones sobre la cuestión judía” para esa Francia que había vivido tranquilamente sin sus judíos durante cuatro años.
La tentación perpetua
El libro retrata una sociedad en la cual el antisemitismo es “la tentación perpetua”. El antisemita dice: “Yo no detesto a los judíos. Sencillamente, me parece preferible, por tal y cual razón, que tomen parte reducida en la actividad del país”. Al respecto Sartre es taxativo: “…me niego a llamar opinión a una doctrina que apunta expresamente a determinadas personas y que tiende a suprimirles sus derechos o a exterminarlas…El antisemitismo no entra en la categoría de pensamientos protegidos por el derecho de libre opinión.” ¿Qué ventaja obtiene el antisemita al sucumbir al pensamiento irracional? “Es un hombre que tiene miedo…de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de su responsabilidad, de su soledad (la frase ‘mueran los judíos’ es de las que se vociferan en grupo). El antisemitismo, en resumen, es el miedo ante la condición humana”.
El antisemitismo como pasión, pero también como ilusión igualitarista. El antisemitismo que relata Proust y que le daba a la burguesía el acceso a ciertos salones ya que “aproximaba el duque a su cochero”.
Es verdad que Sartre analiza la política antijudía de la guerra con categorías procedentes del caso Dreyfus. Es verdad que se le escapa el fenómeno nazi en lo que tuvo de novedoso y de radical. Pero también es cierto que describe una fenomenología del antisemita que es válida hasta el día de hoy.
¿Qué salsa desea, Monsieur?
“A los judíos franceses: como franceses, todo. Como judíos, nada.”
Abate Grégoire, 1789
Sartre también le dedica un capítulo a un “amigo de los judíos”: el demócrata. El demócrata que aconseja diálogo y moderación “mientras los otros queman sinagogas”. El demócrata que “salva al judío como hombre y lo aniquila como judío”, que lo separaría “de su religión, de su familia, de su comunidad étnica…para conservar en él sólo al sujeto abstracto y universal de los derechos del hombre y el ciudadano”.
“El antisemita le reprocha al judío el ser judío; el demócrata le reprocharía de buena gana el considerarse judío. Entre su adversario y su defensor…parece que el judío sólo puede elegir la salsa con la que habrán de comérselo”.
¿Existe una “cuestión Sartre”?
“Ser judío es ser arrojado, abandonado en la condición judía…el judío está en situación de judío porque vive en una sociedad que lo considera judío.”
¡Escándalo! ¡Anatema! Los guardianes del templo de la esencia judía se rasgan las vestiduras ¿El judaísmo es tan sólo la mirada de los otros? ¿Una condición impuesta por el antisemita? ¿Y la Torá? ¿Y el Talmud? ¿Y el legado eterno? ¿Y los “valores judíos” de los que nadie sabe muy bien dar razón, pero que resultan imprescindibles en los discursos de los dirigentes comunitarios?
Decretar excomuniones contra autores que se desconocen o criticar libros que no se han leído es un vicio en el cual el establishment judío incurre con frecuencia. Sartre no niega una positividad judía, muy por el contrario, como acabamos de ver, es muy severo con una ilustración despiadada que desde la revolución francesa en adelante sólo aceptó al judío bajo la condición de la asimilación, cuando debería haberlo acogido “en tanto judío”.
Por otra parte, el existencialismo sartreano no puede ser partidario de una “naturaleza judía”, ¡tampoco de una “naturaleza francesa”! (mucho menos de una “naturaleza humana”): sólo considera al hombre “en situación”, y la situación judía (situación en la cual la mirada del otro es fundamental) genera ciertas conductas.
Ser judío
“En el mundo había por lo menos un hombre próximo a nosotros, que nos había entendido”
Claude Lanzmann
En momentos de crisis, el “verdadero” francés no tiene nada que demostrar pero el judío está siempre conminado a “presentar pruebas”… “deberá pues, para que lo dejen en paz, hacer mucho más que los otros”. Por eso el judío… “prevé las crisis, como el campesino acecha y prevé las tormentas, calcula sin descanso la repercusión que tendrán los acontecimientos en su propia posición” (¿Nunca oyeron preguntar a la bobe: – Eso es bueno o malo para los judíos?).
“Ser judío… es ser responsable en y por su propia persona del destino del pueblo judío…todo sucede como si debiera preguntarse en cada caso: ‘Si los demás judíos actuaran como yo… si todos fueran sionistas o si se convirtieran, si negaran que son judíos, etc…’” ¿Qué ocurriría? “Y debe responder solo y sin ayuda, escogiéndose.”
Estas son para Sartre algunas, sólo algunas características de la condición judía ¿Algún judío puede no reconocerse en estas palabras? ¿Algún judío puede pensar que Sartre no intentó acercarse a la cuestión judía con empatía, lucidez e incluso afecto?
El combate perpetuo
“Tal vez no sea el mejor de los tiempos, pero es el nuestro”
Jean-Paul Sartre
Agosto del ´44. Francia festeja su liberación. París entero se abraza en las calles. La embriaguez de la libertad es un vino fuerte que se derrama a lo largo de la Rive Gauche´´. Sartre sabe, sin embargo, que la resistencia debe continuar. Sabe (¡Deudor del Freud, del que tanto renegó!) que la pulsión originaria es el odio, no el amor. Sabe que en un mundo en donde el racismo es “la tentación perpetua”, de nada sirve el discurso ‘light‘ del Edén tolerante. Sabe que en este mundo, la única elección, la única opción y el ejercicio último de la libertad, es el combate perpetuo del hombre comprometido.