Postales del pasado en la nueva Berlín
BERLIN (De un enviado especial).- Como en toda su visita a esta opulenta ciudad, Néstor Kirchner pareció emocionarse cuando, junto con el canciller federal, Gerhard Schröder, pasó revista a las tropas frente a la sede de la cancillería federal. En un día soleado, imponente, el Reichstag relucía más que nunca frente al edificio donde trabaja y reside el canciller alemán.
El Reichstag es, en rigor, el inmenso edificio de cúpulas majestuosas (ni siquiera cuenta con los datos más elementales de que el arquitecto arquitecto estrella inglés, Norman Foster, realizó un trabajo muy interesante y que justamente le quitaba a ese edificio maldito, el componente imperial para ponerlo a tono con la nueva vocación alemama de consolidar un sistema democrático) donde funciona el Bundestag, el Parlamento alemán. Kirchner pudo ver frente a sí la mole que sirvió de sede de gobierno y a la vez de fortaleza a Adolfo Hitler durante el nazismo (un poco difícil que Hitler usara ese edificio de fortaleza y sede ya que a finales de febrero de 1933, cuando estaba a punto de concluir la campaña de las nuevas elecciones al Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue destruido por un incendio y se sabe que este acto fue orquestado por los nazis que culparon a los comunistas y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los miembros de ese partido, el KPD, con una brutal violencia; la misma suerte corrió posteriormente la socialdemocracia, SPD. Ningún partido ofreció una resistencia organizada. Finalmente, todas las demás agrupaciones políticas fueron ilegalizadas, se consideró un delito la formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas pasaron a ser la única organización política legal. Por la Ley de Poderes Especiales del 23 de marzo de 1933, todas las facultades legislativas del Reichstag fueron transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler poderes dictatoriales y representó el final de la República de Weimar. El 1 diciembre de 1933 se aprobó una ley por la cual el partido nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado).
De cuando Rusia invadió Berlín (el subrayado pertenece a Atlas) en la Segunda Guerra (parecería que los rusos se enojaron un día y decidieron invadir Berlín, así porque sí. No creo que esta expresión sea un mero exabrupto de un chico despistado. No se puede en 2005 hablar de invasión rusa a Berlín sin más), se recuerda del Reichstag aquel palacio bombardeado e incendiado, en cuyo techo los soldados soviéticos agitaban banderas rojas.
En Alemania de eso no se habla. La etapa más negra de la historia germana se guarda en un respetuoso silencio. Alemania es presente y futuro. El pasado, el Holocausto, sólo está en los museos y no en el debate público (Todo lo contrario es cierto. No se trata de caer en una actitud apolégetica de la conciencia media alemana, pero no puede decirse semejante estulticia. La Shoah es tema permanente de debate, el memorial dedicado a las víctimas del genocidio está en el centro de Berlín y forma parte del debate de los medios, el Museo Judío de Berlín cuenta con el mayor número de visitantes y constituye un imán para todos los que visitan Berlín. Los medios de prensa publican a diario ponencias, reportajes, testimonios, discusiones etc. sobre el tema. El señor de La Nación, en una muestra de ignorancia y sesgo ideológico revisonista, cree que Alemania es poderosa porque olvida. Alemania es poderosa porque sacó un ticket de reingreso a la comunidad de naciones civilizadas y democráticas a partir de un proceso de cuestionamiento profundo de su pasado. Es probable que al señor del diario de los Mitre le convenga este parecer porque se adecua al punto de vista de su diario respecto al pasado argentino).
Todo aquí es futuro. El orgullo alemán se canaliza en la grandeza de la reconstrucción de Berlín (esta reconstrucción que tuvo algunas connotaciones faraónicas fue bastante criticado pero existe consenso de que Alemania tiene sólo salida como una nación integrada en Europa y en Occidente. La grandeza a que alude el escriba no tiene que ver con tentaciones bismarckianas. La prensa de derecha se molestó porque el actual ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, de los verdes, descolgó el retrato de Bismarck de su despacho y puso el de Willy Brandt, el canciller de la Ostpolitik, el que se arrollidó en Varsovia ante el monumento por los caído del Ghetto)
Hasta el himno que escuchó Kirchner parado al lado de Schröder fue reconstruido. Se llama «Canción de los alemanes», fue escrito por Hoffman von Falles Leben (sic, se llamaba Hoffmann von Fallersleben un poetucho romántico bastante mediocre. Me hace acordar a esa ministra española que hablaba de «la escritora portuguesa Sara Mago) y su música es de Joseph Haydn. Pero ha sido rebanado en parte. En 1952, después de la guerra, el ex canciller Konrad Adenauer dejó sólo la tercera parte de la canción patria, que tiene 200 años (la música tiene 200 años. Haydn la compuso para el emperador austríaco, el texto, en cambio, tiene unos 150 años), porque las dos primeras eran «símbolos del nazismo», por cuanto en alguna de sus estrofas se proclamaba una «Alemania sobre todos». Sólo en 1991, el himno alemán volvió a pertenecer a todos los alemanes, luego de que se reunificaron las dos Alemanias. (Comentarios muy sesudos, el himno tenía cuatro estrofas y la única que se salva es la tercera en la que se convoca a la unidad, a la justicia y a la libertad. Es el producto clásico del romanticismo alemán que arranca con un componente emancipatorio para terminar en la sordidez del nacionalismo folclorista. Las tres otras estrofas son expansionistas y etnocéntricas. Es un canto a la supremacía alemana: «las mejores mujeres, los mejores vinos, la fidelidad», con loas a Alemania por encima de todos -y de todo-, representa la Alemania Guillermina, expansionista que alcanza el grado de delirio apocalíptico con el nazismo).
La comitiva quedó maravillada con la ciudad, en especial la primera dama, Cristina Fernández, que concurrió a varios museos, entre ellos el Museo Judío y el Pergamon, donde ayer pudo apreciar la Puerta de Babilonia.