Pésaj:

¿Cómo se conmemoraba en guetos, campos y bosques?

El siguiente extracto del libro “Shemah Israel”, sobre los testimonios de sobrevivientes del Holocausto, demuestra la preservación litúrgica, tradicional y religiosa del pueblo judío a pesar de la muerte inminente. Algunos hoy se preguntan cómo se entiende la entrega, otros decidieron morir peleando, otros sólo vieron pasar una ráfaga de vida a su alrededor. Dos años, tres, quince, ochenta… nada importó a la maquinaria nazi. ¿Podía sentirse la libertad en un gueto o en un campo de concentración? Veamos algunas narraciones que nos hablan acerca de ello.


Gheto de Shavle, Lituania

El Judenrat del Gueto de Shavle había prohibido hornear matzot en público. Los alemanes y sus colaboradores, los lituanos, seguían de cerca cada movimiento, aunque sea el más mínimo.
Hornear matzot abiertamente sería un hecho fácilmente detectable, y así estarían enfrentando una exterminación… De esta manera los asesinos lograron convertir los festivos judíos en momentos de miedo.
Pero a medida que Pésaj se acercaba, los judíos del gueto entraban en acción. Ya habían logrado hornear matzot en los hornos que quedaron en el gueto. El Judenrat lo descubrió y por supuesto, prohibió seguir realizando los preparativos por miedo a la ira de los nazis. Pero estos judíos lograron hornear las matzot aquel año de la misma manera que lo habían hecho el año anterior.

Dr. Eliécer Ierushalmi, Pinkas Shavle en Beth Jacob Monthly 11 (Nissan 5720)

Un Séder bajo la sombra de la muerte

El primer Pésaj en Auschwitz yo estaba sentado a la mesa, y logré no comer jametz durante todo el festivo.
Antes de Shabat HaGadol un gran grupo de judíos griegos había llegado, trayendo con ellos matzah y otras cosas necesarias para Pésaj. Los asesinos enviaron a estos judíos griegos directamente a las cámaras de gas, pero algunos lograron conseguir algunas matzot antes de que fueron enviados a los hornos.
Nosotros, un grupo de ocho hombres, discutimos si hacer el Seder en nuestro bloque. Logramos conseguir dos matzot e incluso algunas pasas de uva, que sumergimos en agua para hacer algo que se parezca al vino. También sacamos una vieja Hagadá de la pila de libros que estaba guardada en el depósito (los dueños de estas cosas ya habían sido quemados).
Cuando nos sentamos en la “mesa del Séder” -es decir en el piso- nos miramos entre nosotros y rompimos en un llanto amargo. Pero tuvimos que ahogarlo rápidamente, porque cada llanto podía costarnos mucho si León, el cruel guardia polaco, lo hubiera escuchado.
Al día siguiente, a las cinco, fuimos a trabajar como de costumbre e intentamos evitar que alguien note que estábamos cansados por habernos acostado tarde la noche anterior.
Aquel Pésaj hice muchos negocios. Cambie mi ración de pan por papas. Y así, con mucho esfuerzo, cumplí con mi decisión de no comer jametz.

Moshé Prager; artículo en Tag (Nueva York, Nissan 5720)

La noche del Séder en una fábrica

Campo Yanoshka, Lvov, Pésaj 5703
Durante el turno noche los rabinos se reunieron en una de las habitaciones de la fábrica: Rabi Saltenreich, Rabi Frankel de Vodovitsa, Rabi Halberstam, el rav de Zaklikov, y Rabi Twersky. Todos ellos estaban decididos de conseguir matzot para Pésaj.
También habían invitado al jefe del Julag (campamento judío), o, como le decían, el Oberjude. No tenía mucha influencia en el gueto, pero tenía contactos. Nos garantizó que nadie se enteraría de aquella reunión, y también prometió conseguirnos harina. Podríamos hornear las matzot para los habitantes del gueto y también un poco para los internos del campo.
El Oberjude cumplió con su palabra. El 10 de abril recibimos dos sacos de harina y comenzamos a trabajar.
En una casa en ruinas en la calle Lokitka dimos kashrut a un horno y horneamos matzá para Pésaj. El organizador, el espíritu detrás de todo este plan peligroso, fue Rabi Twersky. Todos lo ayudamos.
Todo tuvo que permanecer en secreto. Sólo las veinte personas que participaron sabían del tema. Rabi Twersky y otros rabinos también se ocuparon de la distribución de las matzot.
Erev Pésaj fue el 19 de abril. Preparamos un Seder como corresponde, según la Halajá, en nuestra fábrica, a medianoche. Todos cooperaron en montar la guardia para asegurarse de que nadie notara lo que estaba sucediendo. Sebirsky, el director polaco de la fabrica, sabia de todo e incluso nos ayudó.
Alguien trajo un mantel blanco. Lo pusimos sobre la gran mesa de trabajo, junto con algunas botellas de vino de pasas de uva. Entonces encendimos dos velas. Colocaron un plato de Seder en el medio, con matzá y maror. No faltaba nada.
Casi todos pidieron algo y no aceptaron comer pan.
Antes del seder pronunciamos las plegarias nocturnas juntos, incluyendo el Halel, pero todo susurrando.
Incluso el jazán susurró para que nadie afuera pueda escuchar.
Nuestro seder fue como una reunión en un velatorio. Las lágrimas nos ahogaban, y de vez en cuando alguien comenzaba a llorar. No hay palabras para describir nuestro estado de ánimo en aquel seder.

David Kahana, Diario del Gueto de Lvov, p. 132

En el bosque: un campamento de partisanos

De pronto vi a Israel el carnicero, que era de nuestra ciudad. Saltó detrás de un arbusto asustado, junto a su familia: su mujer, Jaia; su hijo, Iossel y la esposa de su hijo, Sondel.
Caminamos juntos, adentrándonos en el bosque. Cuando pensé que ya estábamos suficientemente lejos de los caminos, encendí un pequeño fuego. Israel sacó su talit y tefilin y dijo, “Mire, Itzjak! Gracias a dios, logré traer esto conmigo. Por lo menos tendré puesto mi ‘talit’ al morir.
Nos sentamos sobre el piso, e Israel nos contó cómo había salvado su vida. Se levantó aquella mañana y fue a rezar con el minián, caminando por los descampados vacíos entre las casas. Cuando comenzó la masacre logró escapar de alguna manera del pueblo.
Israel se envolvió en su talit y se paró para rezar debajo de uno de los árboles. Nos dijo que todos deberíamos romper nuestras ropas como duelo por la gente de nuestra ciudad. Cuando dijo eso, todos comenzamos a llorar tanto que no pudimos calmarnos. Fue, después de todo, la primera vez que habíamos llorado en quince meses, y estábamos en duelo por todo lo que nos había pasado.
La vida en el bosque comenzó a pesarnos. El frío, el hambre y la suciedad estaban pasando el límite. Israel el carnicero, que siguió siendo creyente hasta su último suspiro, falleció. A pesar del hambre mantuvo las leyes de kashrut hasta los límites de lo posible. La mayor parte del tiempo vivió a base de papas asadas sobre fuego. Los días que no teníamos papas eran días de ayuno para él. Cada vez se hacia más y más débil, hasta que devolvió su alma al creador.
Mientras tanto, nuestro primer Pésaj en el bosque se estaba acercando. Recuerdo que Beige Leah y Minna (la esposa de Shaul) habían roto latas, y las hicieron kasher para que puedan servir de “platos” para Pésaj.
Toda la semana comieron sólo papas.
Otro invierno pasó, y Pésaj se acercaba nuevamente. Esta vez hicimos unas ‘matzot’ horneadas en el bosque. Incluso hicimos un Séder.

Testimonio de Itzke, de Meguilat Kornitz, citado por Moshé Prager (Nissan 5704)