¿Sería apresurado llegar a pensar que si se asienta en el país una línea económica muy distinta a lo que fue el menemismo, dentro de 15 años Argentina podría transformarse en una Canadá?
No existen todavía los condicionantes para pensar en un destino semejante. Se necesitan muchos años, décadas, para igualar la situación de Canadá. Hemos tenido un crecimiento parecido hasta 1918, hasta finales de la Primera Guerra; y después, Canadá, teniendo un impulso propio muy particular, muy industrialista, se lanza a ubicarse en el mundo de una manera completamente distinta. Te diría que estamos atrasados 80 años… esto no es un chiste, esto es absolutamente y rigurosamente así. Con el colapso del 2001 y del 2002 hemos retrocedido a un producto bruto de 1968. Imaginate que entonces, para cubrir el bache y llegar a pisarle los talones a Canadá, necesitaríamos un crecimiento del 8%, necesitaríamos conseguir mercados externos nuevos, productos nuevos de exportación, mercados que nos compren en un momento de recesión mundial, y una incorporación de tecnología y de nivel científico formidable.
¿Cuál es la tesis central de su libro para pensar qué nos pasó? ¿Dónde falló la Argentina?
La Argentina falló por varios costados, fundamentalmente a partir de una polémica muy intensa en 1880 donde la clase dirigente, que estaba entregada a los latifundistas, a los dueños de casi un cuarto de Europa (eran 400 familias), deciden seguir criando vacas y exportando cereales; cuando había figuras, como Carlos Pellegrini o Vicente Fidel López, que pedían, después de haber visitado EE.UU. y de haber presenciado el boom norteamericano después de la guerra civil, una industrialización acelerada, decidida. Esto Canadá lo hizo; lo hizo con el ferrocarril del Atlántico al Pacífico, lo hizo con su siderurgia, lo hizo con industrias propias muy relevantes y con proteccionismo; y lo hizo además con pragmatismo: cuando necesitó utilizar el proteccionismo lo hizo y cuando necesitó utilizar el libre comercio lo hizo. La Argentina fue mucho más fundamentalista, más atada a un negocio con el exterior (que fue la exportación de ganado y cereales) que fue muy limitante, porque el mundo, después de la crisis del ’30, va tratando de obtener sus propias carnes y sus propios cereales porque eran muy difíciles de comprar.
A propósito de industria, de ferrocarriles… en el diario Clarín, donde usted escribe habitualmente, Lavagna habla de poner en primer plano a la industria…
Me parece interesantísimo. Se está abriendo una perspectiva realmente muy interesante y espero que no nos frustren tantos anuncios, tantas posibilidades. Que no nos hagan retroceder a las fantasías y al optimismo que teníamos con Alfonsín, cruz diablo; fijate cómo terminó Alfonsín. Yo lo que quisiera es que esto termine muy bien porque no hay más tiempo; y les deseo el mejor éxito y soy optimista. Después de mucho tiempo de ser escéptico y pesimista, en este momento creo que se abre una esperanza muy cierta, muy importante. Hay un cambio en el manejo del timón político que impulsa otro cambio hacia abajo, en toda la verticalidad del poder político.
Lo conozco desde hace 35 ó 40 años.
¿Piensa que es un hombre que tiene las agallas y la audacia suficiente, acompañado por el poder político, para generar un cambio que implique un crecimiento de un 8 ó 10%?
Ese crecimiento es imposible; es imposible en este mundo y dadas nuestras condiciones. Ojalá lleguemos al 3,5% este año, lo cual sería delirante. Utilizá como parámetro que Japón, en la época gloriosa de los ‘60, crecía un 8% anual, pero eso es lo que lo convirtió en potencia mundial, y había un mercado ávido de productos japoneses.
Necesitamos un crecimiento similar para empezar a paliar la catástrofe social que vivimos…
La bomba social; el 57% de la población argentina está marginada, muerta de hambre, excluida, desocupada, subocupada o trabajando como cartonera.
¿Qué nos puede decir de Lavagna?
Es un hombre absolutamente pragmático, un heterodoxo. Hemos tenido ministros fundamentalistas, recordá a Cavallo, que más que fundamentalista era fronterizo; pero en fin, era un fundamentalista, un ortodoxo en su concepción de las cosas, en la concepción de libre mercado. Lavagna siempre fue un hombre muy actualizado con lo que estaba pasando en el mundo. Mientras Cavallo le daba la espalda al mundo (por lo menos después del ‘95, no antes), Lavagna tuvo una actitud de comprensión de la realidad mundial; es un hombre relativamente cauto. A mí hay cierta cosa que no me gustó en la gestión de los últimos meses como, por ejemplo, haber ocultado que el acuerdo con el FMI tenía ajustazos muchos más grandes que los que él comunicó. Eso no significa que Lavagna haya sido mentiroso sino que no dijo todo lo que él sabía. Es un hombre culto, pragmático, es un economista de muy buen nivel (hay pocos así en la Argentina); no es un lobbista, como lo son otros economistas que trabajaban teniendo de clientes a los grandes grupos económicos y ellos, haciéndole el chivo al ministro de Economía de turno, conseguían información que les proveían a sus clientes. Esto Lavagna no lo hizo. Te estoy dando algunos perfiles humanos que lo diferencian de otros ministros de Economía.
Ahí Kirchner, en algún sentido, le puso un límite en cuanto al aumento inminente en las tarifas de las empresas privatizadas…
Sí, le puso un límite a Lavagna porque Lavagna quería un aumento ya. Y Kirchner dice: «Un momentito, hagamos un relevamiento de costos, veamos realmente qué es lo que pasa». Ahora, solamente en la Argentina se le da tanta pelota a un ministro de Economía. En el mundo la cosa no es así, en el mundo el poder político es el que fija las realidades. La Argentina es tan particular… Cuando me preguntabas cuánto nos llevaría parecernos a Canadá, yo me preguntaba… Argentina ha sido tan fundamentalista. Fijate vos…, el libre mercado se ha impuesto en la Argentina más que en el centro fundamental del capitalismo que es Estados Unidos; en Estados Unidos nadie hace lo que quiere; hay ley antimonopólica; los bancos deben establecerse de acuerdo al parámetro que les fija el gobierno; el Estado tiene incumbencia en las tarifas, en los servicios, en las más importantes provisiones para usuarios de la comunidad. En Argentina el Estado se fue, se piantó por obra de este fundamentalismo de mercado y de un decidido vaciamiento del Estado.
¿Por qué piensa que todavía algunos medios de comunicación le siguen publicando columnas y dando espacios a Broda, Abraham, a Ávila…?
Qué te puedo decir… Los grandes diarios tienen vínculos muy importantes con las grandes empresas que son anunciantes, y estos señores siguen asesorando a las grandes empresas, aún y a pesar de que se han equivocado. Vos mencionás a Broda, y Broda la pifió muchas veces pese a ser el gurú de la City. Me hablás de Aldo Abraham…, Aldo Abraham coqueteaba con el menemismo y formaba parte del paquete menemista que era volver al pasado. ¿De quién me hablás?, ¿de Melconián? Melconián también jugó un poco a economista lobbista.
Esto desvirtúa el trabajo. Yo no soy economista, soy periodista de temas económicos, por lo tanto tengo el privilegio de hablar de los economistas como estoy hablando. Y son una especie de corporación que tiene perfiles a investigar, a ver… Creo que han metido la pata muy seriamente y han creado este lenguaje y esta filosofía de libre mercado, también han ayudado al proceso político en generar esta ideología de libre mercado.