España, 11-M

Una reflexión pendiente

El recuerdo de aquella mañana de marzo (de 2004) acompañará de por vida a varias generaciones de españoles. Todos sabemos dónde estábamos y qué sentimos en aquellos momentos, de la misma manera que tenemos viva la impresión de aquel mediodía de Septiembre en el que el Trade World Center se vino abajo y con él las aspiraciones a un prolongado período de paz tras la caída del Muro de Berlín y la aparente solución de los conflictos balcánicos. Se inauguraba entonces un nuevo capítulo de nuestra historia común que daría sentido a los sucesos del 11-M.

Por Florentino Portero (Desde España, GEES)

España quedó conmocionada y aturdida, sin entender el porqué de aquella barbaridad, sin saber quién estaba detrás ni cuál era la lógica que llevaba a masacrar personas de una manera tan atroz. Hechos de esta dimensión marcan la evolución de una sociedad, fijan un antes y un después, definen el comportamiento de esa ciudadanía en adelante.
El recuerdo de lo que ocurrió hace un año es de tristeza. Las imágenes siguen imborrables, muchas familias han perdido a alguno de sus miembros o sufren en su vida cotidiana el efecto de aquella violencia en forma de minusvalías o trastornos de muy distinto tipo. En ese sentido el atentado continúa presente, es un hecho que permanece día tras día entre nosotros.
Tristeza también porque la coincidencia con la convocatoria electoral hizo que algunas formaciones políticas convirtieran el dolor en mercancía política, se inventaran terroristas suicidas, se afirmaran cosas que resultaron falsas para alterar el resultado previsible.
Entre las afirmaciones interesadas de aquellos días hay una de especial gravedad para la evolución posterior de los acontecimientos: la vinculación del atentado con el papel jugado por el Gobierno Aznar durante la crisis de Iraq. Lo de menos era la falsedad de presentar el atentado como la respuesta a la política seguida, así como su impacto sobre las elecciones. Sabemos que la célula estaba formada antes de la crisis y que después de la retirada de las tropas nuevos atentados fueron programados para volar la Audiencia Nacional y parte de la ciudad olímpica barcelonesa. Lo grave es que con aquella mentira la sociedad española perdió la oportunidad de reflexionar unida sobre qué es lo que le había ocurrido y cómo reaccionar. Esa es la gran diferencia entre lo sucedido en Estados Unidos y los acontecimientos de España.
Mientras allí se llegó a un formidable consenso que ha permitido realizar dos guerras en tres años sin mayores alteraciones en la vida interna, España es hoy una sociedad fragmentada. Mientras los norteamericanos saben quién es su enemigo y qué buscaba con aquellos ataques, los españoles continúan confusos y divididos. Si la Comisión del 11-S fue capaz de elaborar un extraordinario Informe, enormemente ilustrativo sobre todo lo relativo al 11-S y la amenaza islamista, su equivalente español es un fiel reflejo de esa falta de cohesión nacional.
Una sociedad confundida y dividida es un objetivo fácil y, por lo tanto, atractivo. En una ocasión hemos demostrado nuestra disposición a plegarnos al chantaje. Seguimos leyendo justificaciones de lo ocurrido, culpando no a quien lo hizo sino al perverso efecto de la política de otros países… más confusión. Lo único seguro es que las razones que les llevaron entonces a actuar siguen vigentes, que lo han vuelto a intentar y que, lo más probable, es que, más tarde o más temprano, lo consigan de nuevo. En algún momento tendremos que hacer la reflexión colectiva sobre lo que representa la amenaza islamista que no hicimos tras el 11-M.