«Este encuentro se produce en un momento muy importante y delicado. Siria e Irán se enfrentan a numerosos desafíos y es indispensable que presenten un frente común», aseguró Otari luego del encuentro que sostuviera con el vicepresidente iraní, Mohamed Reza Aref.
«Nuestros hermanos sirios afrontan amenazas puntuales. Esperemos que puedan beneficiarse de nuestra experiencia», aseguró Reza Aref.
Irán es uno de los países que el presidente estadounidense, George Bush, incluyó en el «eje del mal”. No obstante, el apoyo del régimen sirio a Hezbollá (la milicia chiíta libanesa, sostenida principalmente por Irán), así como su supuesto amparo de la insurgencia iraquí, promovieron el enfrentamiento diplomático con los Estados Unidos.
En lo que respecta a Irán, el director de la CIA, Porter Goss, aseguró -ante la Comisión de Inteligencia del Senado americano- que Irán «continúa intentando construir misiles balísticos de largo alcance» y sigue siendo «un país que apoya el terrorismo».
«Aquí, en esta marcha por Hariri, hay musulmanes y cristianos y, todos, todos, pedimos la independencia de El Líbano. Queremos que se vayan los sirios de nuestro país», afirmó el dirigente druso libanés Walid Jumblat mientras caminaba junto a la ambulancia que llevaba los restos del difunto Hariri.
La multitud autoconvocada para el sepelio lanzó su protesta contra el régimen de Damasco y exigió la retirada de las tropas de este país y la dimisión del actual presidente pro sirio, Emile Lahud.
El asesinato de Hariri hizo resurgir los fantasmas de la guerra civil y despertó el temor a un nuevo estallido de violencia.