De acuerdo con el estudio, casi seis millones y medio de personas perciben salarios por debajo de la canasta de indigencia, es decir, que no les alcanza para adquirir las provisiones para una familia tipo (un matrimonio con dos hijos).
Equis precisó que el 40% de ese conglomerado de trabajadores es jefe de hogar y responsable principal o único de la manutención del núcleo familiar.
De las cifras se desprende, incluso, que con el ingreso de dos personas esas familias no podrían superar la franja de pobreza, valuada en 745 pesos (unos 257 dólares) por mes, la cual, además de los alimentos, comprende ropa, transporte y servicios básicos.
Ese universo de 6.400.000 de indigentes por retribución, está conformado por los desocupados que no reciben ningún plan social, quienes trabajan a cambio de un plan y los subempleados y empleados de bajos sueldos.
En 2004, las remuneraciones aumentaron tres puntos por encima de la inflación, pero aún así, desde la devaluación, la brecha entre los precios y los salarios sigue siendo muy amplia.
Según el INDEC, a partir de enero de 2002, los precios de los alimentos básicos crecieron un 80%, mientras los haberes de quienes están en ‘negro’ (fuera del régimen legal laboral) treparon apenas un 16%.
Los precios de la ropa y el calzado, por ejemplo, subieron un 87%, lo cual contrasta con el 31,7% de aumento salarial, sostuvo Equis.
Otro informe del Instituto para el Desarrollo Social indicó que los argentinos podrían recuperar el nivel de salario real que tenían en 1998 recién dentro de unos siete años, o sea para el 2012.
El mismo análisis pronosticó que para que los hogares pobres, con al menos un trabajador entre sus miembros, alcancen a comprar la canasta básica familiar, se necesitarían por lo menos unos 20 años.
Muchos se siguen preguntando -irónicamente- dónde está el efecto derrame de la finalización de las políticas neoliberales.