Abbas sucede a Arafat pero carece de su autoridad y su carisma. Además de sucederlo hereda su legado, el resultado de haber bloqueado la vía diplomática, habiendo llevado a su pueblo a la miseria y generado las condiciones para el desarrollo del islamismo y el radicalismo.
Hoy Hamás, los Hermanos musulmanes de Palestina, son una fuerza política mucho más poderosa. En el bando nacionalista, las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa, grupo terrorista de al-Fatah, representa una formidable organización que elevará el listón de las exigencias en el proceso negociador hasta límites poco realistas.
El ‘Mapa de Rutas’ exige a los palestinos durante la “Primera Fase”, en cuyos primeros peldaños nos encontramos, tanto la aplicación de un alto el fuego como el inicio del desguace de las organizaciones terroristas. No se puede avanzar en el proceso negociador si, mientras tanto, los grupos terroristas se están rearmando y preparando para la siguiente ofensiva.
Sin embargo, Mahmud Abbas carece, al día de hoy, de la capacidad política para desatar una campaña que acabe con estos grupos. Por el contrario, una alianza de estas formaciones terroristas pondría fin al gobierno de Abbas en pocos días. De ahí que los portavoces de la Autoridad Palestina se quejen, para sorpresa de muchos, de la falta de colaboración israelí. Es evidente que hasta la fecha Israel ha hecho mucho más que la Autoridad Palestina, pero no lo suficiente para dar la sensación a la población árabe de que ya se han logrado ventajas políticas.
Lo que plantean los diplomáticos palestinos es reinterpretar, o rescribir, el ‘Mapa de Rutas’, para poder dejar para el final lo que aparece al principio del proceso: el combate contra el terrorismo.
Su posición es comprensible, sobre todo si valoramos la debilidad de Abbas, pero no asumible. La labor del Cuarteto de Madrid, y muy especialmente de Estados Unidos, es generar el ambiente de confianza necesario para que unos y otros cumplan su parte del guión en cada una de las tres fases.