Sin embargo, esta utopía mesooriental a la que supuestamente se llegará a dos meses de finalizada la guerra en Irak, está lejos de ser una realidad. Sharón no se convirtió una noche de primavera en un nuevo De Gaulle, un halcón dispuesto a una total retirada -de soldados y colonos israelíes- de la “Argelia cisjordana”. Sharón es, a lo sumo, un De Klark sudafricano, que da cuenta que la presión internacional -y en este caso norteamericana- se convertirá en imposible de soportar en la medida en que se ponga en el camino de la única potencia mundial.
El mismo Sharón que pregonó años atrás la “Palestina-jordana”, hoy enarbolada por la derecha como alternativa al “Mapa de Rutas” apoyada por la comunidad internacional, es quien hoy habla de la necesidad de “cesar la ocupación por la fuerza de 3.500.000 de palestinos” y pregunta, retóricamente, a los miembros de su partido: “¿Acaso quieren permanecer de por vida en Nablus, Jenín o Belén”?
Probablemente Sharón dé estos pasos por haber dado cuenta que Estados Unidos y el Presidente George W. Bush Jr. se hallan hoy decididos a forzar la paz, caiga quien caiga.
La pax americana
En sus momentos de lucidez política, Shimon Peres habla de la paz como un imperativo de la historia, en una coyuntura internacional en la que la ocupación de territorios y personas por la fuerza de las armas resulta obsoleta. Es por eso, que esta “pax americana”, más allá de la oposición de cualquier librepensador a la imposición de la historia por la fuerza de las armas estadounidenses, esta “pax americana” es posible, porque si bien es impuesta por la fuerza es, a la vez, el remedio adecuado para el mal casi incurable que liga al Medio Oriente en un interminable derrame de sangre.
Ya que utilizamos la terminología médica para describir el efecto de la “pax americana”, hay que saber que contra esta paz operan anticuerpos fundamentalistas islámicos y nacionalistas judíos, que harán lo posible para alterar el tratamiento, por interrupción de la medicación, por matar al enfermo, por burlarse de éste y del médico a la vez. En circunstancias como estas, sólo la firmeza del “médico” norteamericano podrá impedir la interrupción del tratamiento, obligando a ambas partes a detener el terror y la violencia, parar las eliminaciones y las destrucciones de viviendas, levantar las colonizaciones, interrumpir la incitación a la violencia en el sistema escolar, en los medios de comunicación y otras medidas de saneamiento.
Un médico cansado, altanero, con miras a las elecciones internas y no a entrar en la historia, no podría llevar a cabo esta misión, dejándola en las inseguras manos de Abu Mazen y Sharón.