Dicho proceso llevó a una sucesión presidencial, desde Ramón Puerta, pasando por Adolfo Rodríguez Saá y culminando en el mandato de transición de Eduardo Duhalde.
Caos político, económico y social fueron los denominadores comunes de una crisis provocada por el estallido de la convertibilidad y por la apetencia de poder del Partido Justicialista, cuyos bastoneros fueron Ruckauf y Duhalde, en lo político y Hugo Moyano, en lo sindical. Era evidente la actuación de grupos que, incitados por punteros políticos del citado partido, habían comenzado a saquear diversos locales de supermercados y almacenes, al igual que otro tipo de negocios comerciales, con el fin de dibujar una imagen de la violencia contrastando con la manifestación sencilla y simple del medio pelo argentino que había recurrido a un método de origen uruguayo: el caceroleo.
La asunción de Duhalde como Presidente de la Nación, luego del populismo demagógico de Rodríguez Saá, fue el punto de inflexión que llevaría a la salida paulatina de la crisis política, pero no de la económica.
Su ministro de Economía, Remes Lenicov, afirmaría las bases establecidas por el ex-ministro Domingo Cavallo y se legalizaría una de las mayores estafas conocidas en la Argentina: la pesificación y la reprogramación de los depósitos a plazo fijo.
Con este pequeño panorama que pretende evocar esos sucesos, que si bien son conocidos por todos los argentinos pero no para aquellos que residen en el exterior, podemos comenzar a esbozar un análisis acerca de las principales consecuencias de este proceso que hoy, en parte, es historia pero que todavía condiciona significativamente la vida política, económica y social de la Argentina.
El mandato duhaldista tuvo la penosa tarea de buscar una salida ordenada, como premisa fundamental, destinada a una pacificación de los temperamentos acalorados debido a la crisis desatada. Desde lo político, se preocupó por dotar de un respaldo institucional a las instituciones pero pronto se advirtió que, en forma subterránea, se estaba buscando la salida política para construir el ascenso al poder del Partido Justicialista luego de la debacle de la Alianza; desde lo económico, buscó ordenar las cuentas y contener el justo reclamo de los pequeños y medianos ahorristas que habían perdido más del 50% de sus ahorros de toda la vida a manos de una devaluación salvaje, en donde se mezcló la Biblia con el calefón: ricos y pobres, cayeron en la misma bolsa… mientras que en el plano social se comenzaba a advertir el nacimiento de un nuevo actor como el movimiento piquetero, representantes de quienes habían quedado excluidos del sistema económico como producto del esquema neoliberal de los ´90.
Conclusiones
En este particular escenario, y si tenemos en cuenta el proceso que se desarrolló hasta la asunción del Presidente Kirchner, podemos llegar a varias conclusiones harto significativas que nos pueden ayudar a explicar gran parte de la coyuntura actual.
En primer lugar, volvieron todos… en una gran dinámica política que permitió la relegitimación de la clase política en su gran mayoría, lo cual se confirmó en las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2003 luego de los dimes y diretes de la interna justicialista de finales del año anterior.
En segundo lugar, se comenzó a consolidar la hegemonía del Partido Justicialista mediante el armado de aparatos vinculados a la política social, como las ‘manzaneras’ y el otorgamiento de planes sociales, sin contraprestación alguna, como los Planes Trabajar. Dicho trabajo logró homogeneizar el aparato clientelístico que es típico del justicialismo y evitó el creciente protagonismo del movimiento piquetero que, sin embargo, con sus cortes de ruta y del Puente Pueyrredón había logrado condicionar en parte al gobierno duhaldista.
En tercer lugar, la ejecución de una política económica tendiente a consolidar la estafa, evadida oportunamente por los dueños de la Argentina y planificada y ejecutada por los bancos para su propio beneficio, contribuyó a sostener las bases neoliberales propugnadas por el FMI y el BM durante el gobierno de Carlos Menem.
Estas tres conclusiones, si las llevamos a la coyuntura actual, nos demuestran que estamos ante una hegemonía justicialista que se apoya en el clientelismo y el amiguismo, al igual que la inoperancia de una verdadera oposición que, desde luego, se encuentra atomizada y por ende, sin capacidad de reacción.
Si a ello le sumamos que se ha consolidado la “puta cultura argentina”, tal como la definió Hugo Alberto de Pedro, como el capital cultural que guía las acciones de muchos integrantes de la sociedad y del Estado argentino resulta evidente, a pesar de los lemas entonados en la Plaza de Mayo durante los días 19 y 20 de diciembre, que volvieron todos…
Volvieron los mismos corruptos, a los cuales se sumaron viejos adalides de la dictadura del ´76 y que hoy ocupan cargos políticos; volvió el mismo esquema clientelar y amiguista destinado a la concentración de poder y más aún, con un Presidente actual que hizo poco o nada por modificarlo ante el temor de desatar las iras de su antecesor, hoy Secretario de Coordinación Política del MERCOSUR, que es poseedor del poderoso aparato bonaerense y volvió a sustentarse el esquema neoliberal que, en la actualidad, resulta edulcorado por los incrementos salariales y de jubilaciones mientras lo esencial no ha sido modificado: la estructura tributaria, la cual requiere una profunda modificación destinada a crear las condiciones para una efectiva redistribución del ingreso.
Volvieron los ´90 aunque no lo queramos, ni quisiéramos creer, con una nueva versión en la cual la desinformación es común denominador, la autocensura se volvió costumbre gracias a la generosa publicidad oficial y se comienza construir un mundo mágico pese a las estafas, a la mortalidad infantil, al crecimiento geométrico de la pobreza, de la indigencia y de la población con discapacidad y a un desempleo que amenaza con perpetuarse para beneficio de los mismos de siempre: de la clase política de todo color, de los gatillos fácil y de los Dueños de la Argentina, junto con la ultraderecha y los sectores católicos que insisten en conservar el orden neoliberal mediante la criminalización de toda laya, incluida a los artistas que se animan a decir las cosas por su nombre… ¿me entiende?