Según Yedioth Ajronoth, la operación estaba prevista para este mes de diciembre, pero los acontecimientos políticos de las últimas semanas en Ucrania y la celebración de la segunda vuelta electoral -el próximo 26 de diciembre- obligaron a aplazarla hasta después de los comicios.
A pesar de ello, se dio a conocer que un emisario de Yúshenko ya se encontraría ya en Israel para ultimar todos los preparativos de la operación que, según se informa, reviste cierto grado de delicadeza.
Yúshenko fue envenenado por una dioxina administrada por vía oral, según determinaron hace sólo unos días médicos de una clínica de Viena; y producto de dicho envenenamiento, su rostro ha sufrido una transformación evidente.
Las sospechas sobre los autores del envenenamiento han señalado a los servicios secretos de Ucrania. El jefe de dichos servicios, Igor Smechko, y su adjunto, estaban presentes en la cena del 5 de septiembre en la que supuestamente se le hizo ingerir el veneno.
Sin embargo, el propio Yúshenko no ha querido pronunciarse al respecto: “No quiero acusar a nadie. Hay un fiscal, una investigación en curso y un juicio pendiente. Será entonces cuando se tendrán que determinar las responsabilidades y desenmascarar a los culpables. Sólo puedo repetir lo que dije en el Parlamento: se trata, sin duda alguna, de un intento de asesinato político que debía ser de utilidad a mis adversarios, a la gente que no quería que yo estuviera para la elección presidencial”, subrayó.
“El único problema -agregó Yúshenko- fue que no terminé de comer y beber lo que me sirvieron. De haberlo hecho estaría muerto”, finalizó el dirigente ucraniano.