Argentina vista por la prensa internacional:

“Kirchner consolidado tras 18 meses de gobierno”

Oscar Serrat, periodista de la agencia internacional de noticias ‘The Associated Press’ (AP) escribió el siguiente informe que ya ha dado la vuelta al mundo de la mano del carrier de distribución de su agencia. Veamos qué leen en el mundo acerca los 18 meses de gestión del gobierno del Presidente Néstor Kirchner.

Cuando Néstor Kirchner llegó a la Presidencia de la Argentina el 25 de mayo de 2003, con apenas el 22% de los votos, hasta los más optimistas de los observadores le pronosticaban una complicada gestión de gobierno, con incierto final.
Dieciocho meses más tarde Kirchner, un abogado de provincia de 54 años, logró revertir la situación y gobierna con una popularidad que, según varias encuestas, supera el 70%.
Al llegar a la Casa de Gobierno Kirchner era un político muy poco conocido, gobernador peronista de la lejana provincia patagónica de Santa Cruz, en el extremo sur.
La Argentina vivía uno de los peores momentos de su historia, con la mayor crisis económica de su vida contemporánea, que desquició su estructura social y sumió en la pobreza a más de la mitad de la población, con muy altos niveles de desempleo.
La crisis, aparte de provocar la renuncia a fines de 2001 del presidente Fernando de la Rúa, trajo aparejada una drástica devaluación, la virtual confiscación de los depósitos bancarios y la cesación de pagos (default) por casi 180.000 millones de dólares con los acreedores privados de su agobiante deuda externa.
Multitudes enfurecidas recorrían las ciudades y pueblos al grito de «Que se vayan todos», en repudio de la clase política, mientras irritados ahorristas apedreaban toda sucursal bancaria que se les ponía a tiro.
Pero el clima general del país ha cambiado.
Todos los índices de producción confirman una sorprendente recuperación de la economía argentina, que en 2004 crecerá, por segundo año consecutivo, un 8%.
El desempleo, el mayor problema social de la Argentina, ha comenzado a descender, aunque no con la rapidez que querrían los sindicatos. «Pronto la desocupación estará en un 13%», dijo recientemente el presidente, al recordar que era de casi el 20% cuando llegó al gobierno.
Las inversiones han vuelto a la Argentina, pero seguramente lo harán con mayor fluidez cuando el gobierno consiga salir del «default» (cesación de pagos), con sus acreedores privados, lo que podría ocurrir en los primeros meses de 2005. No es un logro nada sencillo, en vista del general rechazo a la propuesta gubernamental de pagar solamente el 25% de su deuda privada.
Le espera también a Kirchner una complicada negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que su gobierno ha tenido los más ríspidos choques en la historia financiera argentina, a fin de reprogramar una deuda que supera los 170.000 millones de dólares.
Aunque nunca entró en cesación de pagos con los organismos internacionales, Kirchner no pierde oportunidad de recordarle al FMI su responsabilidad en la crisis argentina, por su respaldo y aliento, en la década pasada, a los programas económicos que generaron el derrumbe financiero de este país.
Con amplio consenso de la población, Kirchner modificó sustancialmente la política exterior que impulsó Carlos Menem en los noventa.
Terminó el alineamiento automático con los Estados Unidos, en favor de una estrecha relación con Latinoamérica, en especial con Brasil, pese a algunas desavenencias.
Recientemente, la Argentina y China firmaron acuerdos sobre cuantiosas inversiones de la potencia asiática en rubros de infraestructura, que se acercarían a los 20.000 millones de dólares en cinco años.
Aunque ello provoca críticas de la derecha política, Kirchner logró amplio respaldo para su política en materia de derechos humanos y de castigo a quienes los violaron durante la dictadura militar de fines de los años 70, principios de los 80.
Hiperactivo y desconfiado, Kirchner maneja su gobierno con mano firme y con un estilo que le ha valido críticas de un sector de la prensa, que le atribuye intenciones de «hegemonía política» y que censura su escasa voluntad de diálogo con sus fragmentados opositores.
«No me interesa que me critiquen por mi estilo. Yo me debo a la mayoría del pueblo argentino, que tanto ha sufrido en los últimos años», declaró recientemente el presidente, en una de sus casi diarias visitas a barrios pobres, para entregar subsidios o inaugurar obras públicas.