Sin embargo, en Oriente, una lenta utopía se despliega desde 1972 y hoy exhibe resultados exitosos: la ciudad Nevé Shalom (en hebreo), Wahat al-Salam (en árabe) o Oasis de Paz (en español) ubicada entre Tel Aviv y Jerusalem. Se trata de una singular villa que ha logrado dar una existencia real y sustentable a una aspiracion de sesgo utópico: construir un ámbito de convivencia, cooperación y aceptación mutua entre palestinos y judíos de ciudadania israelí. La ciudad que hoy lleva a cabo éste anhelo utópico es propiedad de sus mismos habitantes y es gestionada democráticamente, sin estar afiliada a ningún partido o movimiento político.
El principio
La villa Nevé Shalom se asienta sobre un terreno de 100 acres en alquiler al vecino monasterio de Latrún. En 1977 se instaló la primera familia, en 1999 habían 30, y hoy su número ascendió a 55 familias.
Su presidente, el profesor Bruno Segre, nacido en Lucerna es, casi, inevitablemente filósofo. Discípulo del gran pensador italiano Antonio Banfi, y profesor durante años en Suiza, Bruno Segre es además autor de importantes libros sobre la historia de los judíos italianos “Gli ebrei in Italia” y sobre la Shoá “La Shoah. Il genocidio degli ebrei d´ Europa”, entre otros.
Uno de los rasgos singulares de la villa es su red escolar -única en su tipo en todo Israel- ya que provee educación bilingüe: chicos y maestros se expresan en la lengua de los dos grupos de la población, judíos y palestinos.
Raíces en la educación
Todos los educadores -judíos o palestinos- hablan a cada niño exclusivamente en su propia lengua madre. De tal modo, desde sus primeros años los niños adquieren conocimiento de su propia cultura, identidad y tradición. Además, la idea es que todo en Nevé Shalom predisponga de un modo natural al encuentro constante y cotidiano entre ambas culturas. Esta modalidad ha sido concebida para expresar y difundir los ideales de coexistencia e igualdad que el proyecto propone.
La red escolar se inicia en la comunidad junto al nacimiento de los primeros hijos. La idea toma cuerpo en la forma de un jardín de infantes bi-nacional a partir del cual, con el andar de los años, ha surgido una escuela materna elemental.
Luego de varios años de actividad, tales estructuras han abierto la puerta, también, a niños de ciudades vecinas. Todos los días la escuela elemental y la materna reciben trescientos niños, la cuarta parte de ellos provienen de ciudades vecinas.
El proyecto Nevé Shalom, situado en el corazón mismo de una conflagración declarada, suma también una dimensión académica. Conducido por un staff de profesionales judeo-palestinos, la Escuela de la Paz de la villa forma “facilitadores” -personas entrenadas en la resolución de conflictos-. Los objetivos de esta escuela, para sus organizadores judíos y palestinos, se dirigen a permitir a cada uno de los participantes tomar conciencia del propio rol en el conflicto y poner, así, en tela de análisis las relaciones de poder, los estereotipos y los prejuicios que cada grupo deposita en el otro. Veinticinco mil jóvenes ya han sido capacitados, y periódicamente se realizan encuentros de trabajo entre profesionales provenientes de los territorios administrados por la Autonomía Palestina e Israel (muchas de estas iniciativas han contado con el apoyo de las universidades Ben Gurión y la de Tel Aviv).
Por cierto, en un contexto en el cual las religiones juegan un rol determinante en la posibilidad de aspirar a una convivencia consistente, el aspecto de la fe ocupa un espacio central en Nevé Shalom. Apartada, y descansando sobre la ladera de una colina, se encuentra la Casa del Silencio (Dumia), un espacio de oración y meditación pensada para que personas de creencias y de culturas diferentes habiten un santuario común.
Descomunal y lenta útopia realizada, Nevé Shalom orienta los anhelos que sostienen las voces pacifistas: demostrarse a ellos mismos y al Mundo que la paz aún es posible y valedera en la región.