La transición palestina y las conversaciones de paz

Abú Mazen y una segunda oportunidad

Yossi Beilin -impulsor del ‘Acuerdo de Ginebra’ y actual Presidente del partido israelí socialdemócrata Yajad-, en este texto que presentamos, hace una descripción de cómo trabajó en secreto con Abú Mazen en busca de un acuerdo de paz alternativo, que luego serviría como base del ‘Plan Clinton’ y el ‘Acuerdo de Ginebra’. “Rara vez en política se dan segundas oportunidades, afirma Beilin, sin embargo, continúa el líder israelí, si Abú Mazen es elegido Presidente de los palestinos, estaremos ante una de esas ocasiones”.

Por Por Yossi Beilin

En octubre de 1993, un mes después de la firma del acuerdo de Oslo en la Casa Blanca, viajé a Túnez, sede de la dirección de la OLP, a la cabeza de una delegación israelí que iba a tratar el tema de los refugiados palestinos como parte de las conversaciones multilaterales (iniciadas en la conferencia de Madrid de 1991). En la primera noche de nuestra visita, mantuve con Yasser Arafat una larga conversación, a cuyo final se me pidió que tuviera con él una charla privada. Le hablé de mis temores ante un prolongado acuerdo provisional de cinco años, durante los cuales los extremistas -de ambos lados- intentarían sabotear por todos los medios el acuerdo sobre el estatuto permanente. Le propuse que lleváramos a cabo un proceso informal, en un intento de llegar a un acuerdo sobre el estatuto permanente mucho antes de los cinco años establecidos. Para mi sorpresa, aceptó de inmediato la propuesta y me dijo que Abú Mazen trabajaría conmigo.
Abú Mazen era el hombre que había estado detrás de los negociadores palestinos en Oslo, como yo lo había estado de los negociadores israelíes. Nos habíamos conocido en la Casa Blanca con ocasión de la ceremonia de la firma de los acuerdos de Oslo, y me agradó que fuera el encargado de negociar conmigo.
Las conversaciones se celebraron a lo largo de dos años, principalmente entre dos negociadores israelíes y dos palestinos. El 31 de octubre de 1995 nos reunimos en secreto en Tel Aviv, en mi despacho, y declaramos que considerábamos los entendimientos a los que habíamos llegado y los mapas adjuntos como la base para las negociaciones entre las dos partes. Abú Mazen debía pasar el material a Yasser Arafat para que lo revisara y yo a Yitzhak Rabin (en ese momento, mi cargo era el de ministro de Economía y Planificación). Cuatro días más tarde, Yitzhak Rabin fue asesinado; y lo sucedió Shimon Peres, quien no quiso tratar ese tema antes de las elecciones de 1996.
Durante la campaña electoral, los entendimientos se filtraron a los medios de comunicación de un modo distorsionado y fueron presentados como una enorme concesión por parte israelí. Según el acuerdo preliminar que habíamos establecido, no confirmamos la existencia de esos entendimientos y los presentamos como simples conversaciones no vinculantes entre las dos partes. Durante el mandato de Benjamín Netanyahu como Primer Ministro, se me pidió que presentara esos entendimientos a un representante de su gobierno, cosa que hice. Sin embargo, Netanyahu no los utilizó. Poco antes de las conversaciones de Camp David en el 2000, Sandy Berger, asesor de Seguridad Nacional del presidente Clinton, visitó Israel y pidió reunirse con Abú Mazen y conmigo en casa de Martin Indik, embajador estadounidense en Israel. Berger nos hizo una sencilla pregunta: «¿Respaldan ustedes el documento conocido como los entendimientos Beilin-Abú Mazen?». Recibió una respuesta por parte de ambos.
El documento no se presentó en la cumbre de Camp David, pero el presidente Clinton me dijo más tarde que había servido de base para el Plan Clinton, presentado por él en diciembre del 2000. Asimismo, constituyó la base para el plan mucho más detallado que presentamos al mundo hace un año, el ‘Acuerdo de Ginebra’. Dicho plan fue apoyado y alentado con fuerza por Abú Mazen desde sus inicios.
Abú Mazen es un estadista especial. Es muy modesto, no se muestra deseoso de asumir el poder político, se considera alguien que sólo de modo ocasional participa en política, por falta de elección y porque a veces no hay otro que haga el trabajo. Si percibe que no es deseado, desaparecerá en seguida de la escena, como hizo en el 2003, tras cuatro meses en el cargo de Primer Ministro bajo la dirección de Yasser Arafat.
Raras veces concede entrevistas, nunca estará en primera línea y no le gusta pronunciar discursos. Sin embargo, cuando habla es sincero y sus discursos no son demagógicos ni exaltados.
Abú Mazen fue valiente porque se atrevió a decirle a la dirección palestina encabezada por Yasser Arafat que la Intifada armada era un error -desde su primer día- y que había que ponerle fin. Hasta hace sólo unas pocas semanas, muchos lo consideraban como alguien que no regresaría a la dirección palestina porque había cortado en gran medida sus vinculaciones con el movimiento Al Fatah y la OLP. Sin embargo, cosas de la política, la muerte de Yasser Arafat lo ha devuelto al terreno político, porque se le considera uno de los padres fundadores del movimiento nacional palestino y porque, en este momento, no hay nadie en la dirección palestina que pueda recibir la misma oleada de apoyo que él.
Una segunda oportunidad es, desde luego, algo raro en la vida en general y en la política en particular. El regreso de Abú Mazen al ruedo político es una muy buena noticia para quienes creen en la paz. No es moderado en su perspectiva ideológica ni tampoco un negociador fácil, pero es pragmático, lógico y responsable. Si Abú Mazen es elegido Presidente de la Autoridad Palestina el 9 de enero del 2005, también la paz palestino-israelí tendrá una segunda oportunidad.