En medio de la confusión reinante respecto a la salud de Arafat -la filtración de ayer, domingo 7 de noviembre, fue que tiene el hígado muy dañado, aunque se desmintió que vaya a ser trasladado a El Cairo- y de los inesperados viajes de Dahlán y de los dirigentes de la AP y la Organización para la Liberación de Palestina, lo único concreto es que el Gobierno de Abú Ala sigue tomando decisiones.
«Tenemos nuestras instituciones, la AP y la OLP, reconocidas por el pueblo palestino», dijo Abú Ala para justificar su rechazo al Gobierno de unidad.
La propuesta de Hamás, en realidad, funciona como un caramelo envenenado ya que, aunque le garantizaría estabilidad interna, implicaría gobernar con Hamás, grupo que no reconoce a la AP y está considerado un grupo terrorista por Israel y los Estados Unidos.
Para afianzar aún más su posición durante la ausencia de Arafat, el Consejo Nacional de Seguridad tomó la decisión más importante desde el traslado del Arafat a París al aprobar un plan para reinstaurar la ley en los territorios palestinos.