Al cabo de cuatro años, la Segunda Intifada se ha transformado en una batalla de desgaste en la que el Ejército israelí ha mostrado su superioridad sin conseguir quebrar la lucha de los palestinos quienes han incrementado el terrorismo contra Israel.
Las cifras hablan por sí solas: son ya 4.344 las personas que han perdido la vida, de los que 3.325 son palestinas y 948 israelíes.
Sobre todo en los últimos 12 meses, Israel ha asestado duros golpes a los palestinos, en particular al decapitar la dirección del movimiento islamista Hamas mediante una estrategia de «asesinatos selectivos».
Combinando esas ofensivas con la construcción de un «muro o valla de seguridad» en Cisjordania, denunciada por la comunidad internacional por su traza, el Ejército israelí conseguió drásticamente los atentados en Israel. Pero, sin embargo, por falta de perspectiva política, el gobierno de Sharón no ha conseguido detener la violencia.
Tal como lo reconocieron los más altos responsables militares israelíes, la represión no ha conseguido reducir la motivación de los palestinos. Por el contrario, cada «mártir» muerto por el Ejército ha reforzado el deseo de venganza y los grupos armados no tienen ninguna dificultad en reemplazar a los inmolados, muertos o capturados.
«Paradójicamente son los éxitos del Ejército los que hacen que los israelíes, menos obsesionados por su seguridad cotidiana, comiencen a plantearse preguntas respecto a una salida política», afirmó el investigador Shlomo Brom, ex jefe del servicio de planificación del Ejército.
De hecho, ha comenzado a imponerse la idea, incluso en el seno del Gobierno derechista del Primer Ministro Ariel Sharón, que no hay solución puramente militar al conflicto y que Israel debe lanzar una iniciativa si no quiere dejar el terreno libre a sus adversarios.
Tal es el objetivo del «plan de desconexión unilateral» lanzado por Sharón, que prevé una retirada de la franja de Gaza a fines del año 2005, la evacuación de 21 colonias judías de ese territorio y de cuatro otras implantaciones aisladas en Cisjordania.
Pero se trata de una acción que, tal como lo reconoce el propio Sharon, no está direccionada a reactivar el diálogo con los palestinos y no debe constituir un precedente a otras retiradas en Cisjordania.
Números de la tragedia
La organización israelí no gubernamental Betselem, asegura que los palestinos detenidos suman 7.366, de los que 386 son menores y otros 760, están recluidos sin cargos, sin juicio y sin asistencia letrada.
En cuanto al capítulo que Betselem denomina «Castigos Colectivos», 3.700 casas palestinas fueron demolidas por el Ejército israelí durante los pasados cuatro años.
De ellas, 612 viviendas fueron destruidas como castigo contra las familias de palestinos sospechosos de haber cometido atentados contra objetivos civiles y otras 2.270 los fueron por razones de seguridad.
El Ejército -agrega- mantiene 51 puestos de control militar en el interior de Cisjordania, además de cientos de obstáculos físicos como barreras, montañas de basura o trincheras para impedir a los palestinos el libre paso a aldeas y ciudades.
Betselem explica que los desplazamientos de los palestinos está restringido o totalmente prohibido en 41 rutas en toda Cisjordania, incluidas la arterias principales, que suponen un total de 700 kilómetros.
Desde el comienzo de la Intifada, 88 investigaciones militares han sido abiertas en relación a la muerte de palestinos por el Ejército. De esas investigaciones, hay 22 acusaciones y sólo en un caso un soldado ha sido hallado culpable de homicidio involuntario.