Aparecido en Haaretz -10 de septiembre de 2004-:

Invitación a una ‘kulturkampf’ (Lucha cultural)

No busque ninguna incitación en el manifiesto de los 14 rabinos. Es una lástima gastar su energía. No contiene un eco del brutal ‘din rodef’ (mandato religioso para matar a alguien que está intentando dañarle, que fue usado para justificar el asesinato del ex primer ministro Itzhak Rabin), o el odio de los "criminales de Oslo". Este es un conciso y bien definido manifiesto, iniciado por rabinos "ordinarios", no por rabinos de la Tumba de Joseph en Nablus o de una lunática cumbre en Judea. Por esa misma razón, el manifiesto es indignante y espantoso.

Por Avirama Golan

El Rabino Yuval Cherlow es considerado en la comunidad de los portadores de kippa tejida (sionistas religiosos) como uno de los líderes de la corriente liberal que está abierto a la cultura y el discurso universal.
Los extremistas de derecha y aquellos que están volviéndose ultra ortodoxos se abstienen de enviar a sus hijos a la hesder yeshiva (la que combina estudios de Torah con el servicio militar) encabezados por Cherlow y sus amigos, David Stav y Shai Piron.
Yehoshua Shapira es uno de los rabinos más innovadores, inteligentes y fascinantes de la joven corriente «espiritual jasídica»; Zefania Drori de Kiryat Shmona es uno de los rabinos con influencia más profunda en personas jóvenes que buscan un pensamiento social original. El común denominador entre la mayoría de los firmantes del manifiesto, en realidad, se encuentra en su carisma e influencia sobre amplios sectores de la juventud religiosa nacional.
Entre los admiradores de Cherlow y Shapira -quienes difieren entre sí en matices profundos, que son completamente invisibles a los ojos seculares- están los hardalim (ultra ortodoxos nacionalistas), los habkukim (discípulos del Rabino Kook y fanáticoss del Rabino cantante Shlomo Carlebach, incluso el propio Shapira), los recientemente arrepentidos Bratslavers, los datlashim (ex religiosos), los colonos y la burguesía urbana.
Entre esta juventud, una nueva cultura religiosa israelí ha sido creada en los años recientes: esta es variada y abierta a los cambios, pero principalmente expresada en el idioma, la vestimenta y áreas de interés. Como opuesta a la cultura anterior, la de los fundadores de Gush Emunim (el movimiento original de los colonos) y su generación, ésta es segura de sí misma e incluso convencida de su superioridad. Aun cuando un porcentaje significativo de las ‘hesder yeshiva’ da origen a una juventud conservadora y de mente cerrada, falta de conocimiento general, ellos creen que son una elite cultural y que sus contemporáneos seculares no conocen hebreo, por no mencionar la oración y una página del Talmud.

Los asentamientos

Pero no se equivoque: El grupo incondicional en torno del cual esta nueva cultura está germinando fue sembrado en los asentamientos. La vanguardia del movimiento Gush Emunim rescató a los jóvenes religiosos rechazados y tímidos -estudiantes de escuelas secundarias ortodoxas modernas que camuflaban su religiosidad llevando una boina en lugar de una kippa- de la marginalidad y los trajo al centro de la sociedad. Los jóvenes de la cumbre, vanguardia que ahora está produciendo la revolución, se burla de los lazos de sus padres con el establishment. Esta juventud, más que cualquier rabino, ya sea en Judea y Samaria o en Petah Tikva está, en efecto, configurando el grupo incondicional de la nueva cultura.
Y ahora la imagen está siendo destrozada y la verdad se está revelando: Los rabinos no están liderando la juventud. Están siendo arrastrados tras ella. Con una mano ellos firman el Pacto del Kinneret (un documento que intenta alcanzar consenso entre varios grupos de la sociedad israelí) y Siah Ahim (Discurso de Hermanos), dirigido a un diálogo emotivo con personas seculares durante las fiestas judías que recibe amplia cobertura de los medios de comunicación, advierte sobre una división y predica contra la guerra civil. Con la otra mano, la más fuerte de las dos, ellos nutren al grupo incondicional que han recibido de sus maestros, y más aun de sus estudiantes, con un núcleo de judaísmo aislacionista, racista y destructivo.
Este núcleo está oculto a los ojos de los israelíes seculares. Se esconde bajo el colorido envoltorio de un renovado jasidismo, espiritualismo judío, atrevido feminismo (Shapira cree que las mujeres más rápidas se liberan de la atadura de la subyugación, el más cercano al tiempo en que la maldición de Eva «y con todo, tu deseo será el deseo de tu esposo, y él gobernará sobre tí» desaparecerá, y la redención se acelerará), y la enérgica integración en todas las áreas de la vida, principalmente los medios de comunicación y áreas creativas.

Amalek

El manifiesto revela este núcleo en toda su espantosa gloria: Ésta es una guerra de nación contra nación, dijeron los rabinos, como si no hubiera ninguna ocupación. Como si éste no fuera el papel de un rabino que quiere ser considerado ilustrado para desacreditar esta terrible distorsión, que es opuesta a cualquier principio ético y está destruyendo a Israel y al pueblo judío en su totalidad. Como si ésta fuera una guerra eterna que empezó con el mandato divino para destruir a Amalek (quien atacó a los israelitas en el desierto después del éxodo de Egipto), en lugar de un conflicto de un tipo al que se han encontrado soluciones políticas en la historia de cada país y nación. Como si nosotros no tuviéramos ningún Estado soberano, ningún gobierno y ningún ejército. Como si todos éstos fueran protagonistas menores en el drama a-histórico del judío eterno contra sus enemigos.
Por lo tanto, el manifiesto de los rabinos es una clara invitación a una ‘kulturkampf’ (lucha cultural). En un lado de la barrera estarán todos aquellos que están nutriendo al núcleo del grupo cultural aislacionista. En el otro lado, todos aquellos que quieren salvar al judaísmo , el sionismo y el Estado de Israel del régimen de los ayatolas.
Olvídese de la carne de cerdo y los centros comerciales en shabat, temas de conflicto entre religiosos y judíos seculares. Ellos son insignificantes. En cambio, israelíes seculares, y ustedes entre los religiosos que se niegan a deglutir este núcleo cultural peligroso, deben reclamar creatividad judía y hebrea, ética judía y filosofía judía, y recuperar para el público en general algo que han perdido: el sentido de pertenencia a la historia y a la familia de naciones. Que es el vástago de una Nación desarrollada que no está dispuesta a permitir, a una minoría fanática, a liderarla hacia la destrucción del Tercer Templo.