Inmediatamente después de producirse los atentados palestinos del 11 de agosto último, en el puesto de control de Kalandia -en el norte del Jerusalem-, o el viernes 13 en las cercanías de Nablus, las autoridades israelíes dieron a conocer el tradicional comunicado posterior.
Se trata de la ya tradicional información acerca del cierre / bloqueo / limitación del paso por caminos y rutas que comunican algunos poblados palestinos, o simplemente el bloqueo total de la entrada y salida de pueblos y ciudades palestinas en las que habitan decenas, y a veces cientos, de miles de habitantes. La explicación parece lógica: el intento de evitar la huida o el ingreso de uno de los “buscados” por el atentado de turno.
Sin embargo, según el detallado informe de la organización israelí de Derechos Humanos “Betselem”, más de 700 kilómetros de rutas y caminos de Cijsordania se hallan constantemente vedados o limitados para el paso de palestinos mientras que se los mismos están completamente abiertos para los israelíes, creando una libertad de movimiento limitada por el origen nacional o racial, en una virtual resurrección de un sistema de “apartheid”, según señala Ezequiel Lain de “Betselem” en el informe que publicara días atrás.
Lain dijo a Nueva Sión: “El sistema de ‘rutas sólo para israelíes’ se impuso ya hace años, pero a diferencia de otras limitaciones, nunca se formalizó en un papel o un decreto oficial y se implementa gracias a un sin-fin de órdenes militares locales renovadas a lo largo del tiempo. Esto demuestra o que las autoridades comprenden que la política de ‘rutas solo para israelíes’ sería difícil de sostener en la Suprema Corte, o que aún tienen un poco de vergüenza…”.
A lomo de burros y caballos
Si bien la información consignada en el informe de “Betselem” no fue negada por los organismos militares o civiles israelíes, preferimos comprobarla in situ junto a un grupo de colegas de medios israelíes con los que dudamos si salir de Jerusalem por el norte, del puesto de control de Kalandia o por el sur como finalmente lo hiciéramos por mera casualidad.
Ya en horas de la mañana se podía percibir el nerviosismo de los gendarmes que habían recibido una alerta concreta respecto de una acción terrorista que había sido ya lanzada hacia Jerusalem.
El comentario generalizado entre los periodistas, al pasar camino al sur de Jerusalem por la ‘ruta de los túneles’ fue de incomodidad por gozar de un privilegio que los habitantes palestinos del lugar tienen vedado. Se trata de una sofisticada excavación en las montañas del sur de Jerusalem, cuyo único objetivo es el de permitir el paso a las colonias israelíes sin pasar por Belén.
A la salida del túnel, para evitar disparos contra los automóviles con patentes israelíes, se erigieron murallas de protección a los costados de la carretera.
En un auto protegido con vidrios antibalas y un cartel de ‘PRESS’ en árabe e ingles, seguimos hacia al sur descubriendo que el paso está vedado a autos palestinos en el trayecto que va de la ruta principal hasta cada una de las colonias israelíes, ya sean las consideradas ‘legales’ o ‘ilegales’ por parte del gobierno israelí. De este modo, los habitantes de numerosos poblados palestinos, que en los últimos años vieron surgir a sus alrededores colonias israelíes para las que se asfaltaron los tradicionales caminos de tierra, se vieron sorprendidos al dar cuenta que estos caminos -de la noche a la mañana- les fueron prohibidos para transitarlos en coches, obligándolos a retornar a los medios de locomoción retrógrados como burros y caballos.
La rutina de la muerte
En las cercanías del asentamiento ‘Guivat Haabot’, nos encontramos con algunos de los cientos de miles de damnificados por la política de ‘rutas restringidas’, cuando nos topamos con una familia palestina caminando junto a dos burros cargados de unos 150 kilos de uvas recién cosechadas.
Akram, el jefe de la familia, nos contó que ya hace tiempo que para poder vender las uvas de su viñedo, no tiene más remedio que cargarlas sobre el burro, ya que la ruta “es solo para judíos” refiriéndose a los colonos israelíes y los soldados que son los únicos que quedaron con permiso para transitar en autos, obligando a Akram a dos horas y media de arrastrar a sus burros bajo el duro sol del Medio Oriente, en vez de cargar una tonelada de uvas y hacer 10 minutos de viaje hasta el mercado de Belén.
“Las autoridades israelíes cierran caminos y limitan el paso para los habitantes palestinos en forma ilegal, como puede hacerse solo en tiempos de guerra”, comenta Neg’ib Abu Rakía, uno de los centralizadores del informe de “Betselem”.
Cuando le comentamos que las mismas autoridades consideran que lo que se vive en la zona es una guerra, Neg’iv lo rechaza sarcásticamente: “Guerra son tanques, cañones, tropas atravesando campos obligando el cierre de rutas para evitar damnificar a la población civil. Lo que hay acá es una ocupación militar que solo defiende una colonización civil del país ocupante y castigos colectivos contra el pueblo ocupado, que están estrictamente prohibidos por la ley internacional y los convenios de Ginebra a los que Israel está suscripta”.
Nag’iv nos señala que también ‘Guivat Haabot’ es otro de los asentamientos israelíes creados apresuradamente después de marzo del 2001, de aquellos que Ariel Sharón se comprometiera ante los Estados Unidos a desalojar, pero por el momento gozan de buena salud y de una fuerte protección de militar.
Nada mejoró nuestra sensación el conversar con Eitan Golan, el jefe del consejo municipal de Efrat, una de las grandes colonias judías al sur de Jerusalem.
En el medio de los tractores trabajando en el asentamiento ilegal de Tamar, en una colina desde la cual se divisa solo a varios kilómetros los techos rojos de los edificios de Efrat, Golán -con la habilidad de un humorista que sabe decir un chiste manteniendo la seriedad de su rostro- nos dice: “No se trata de un asentamiento nuevo e ilegalmente constituido, sino de un nuevo barrio de Efrat…”.
Y así volvemos, sintiendo otra vez incomodidad al pasar sin problemas los puestos de control con el coche de patente israelí, un recorrido de minutos que a los palestinos les llevan horas.
De regreso de los territorios ocupados, mientras comentamos las imágenes que recién fotografiamos en nuestras mentes, recibimos el preocupado mensaje al celular en el que se anunciaba el atentado en Kalandia, aquel puesto de control por el que solo por casualidad decidimos no pasar.
Al encender la radio escuchamos al Comisario Igal Franco, jefe de la Policía de Jerusalem, afirmando que se había impedido un atentado multitudinario en una acción que justificaba las medidas de seguridad que se habían tomado, a pesar de afectar estos a la libertad de movimiento de los habitantes de la zona.
Pocos minutos después escuchábamos la asunción de la responsabilidad por el atentado por parte de Zakaría Zubeidi, de las “Brigadas de Martires de El Aqsa”, quien en referencia a la muerte de 2 civiles palestinos y las heridas producidas a 13 mujeres y niños palestinos comentó que su pesar ya que “no esperábamos que muriera gente” (palestina).
En definitiva, otro día de ‘rutinas’ en esta tensa relación israelí palestina.