Huelga de hambre de presos palestinos

Guerra psicológica israelí contra la protesta

Tsaji Hanegbi, ministro de Seguridad Interior de Israel, se declaró dispuesto a afrontar las consecuencias de la huelga de hambre "ilimitada" de los 1.550 detenidos palestinos en las cárceles israelíes de Nafha, Echel, Kedar y Hadarim.

Otros 2.400 prisioneros decidirán si se suman al movimiento iniciado el domingo 15 de agosto. Las reivindicaciones de los palestinos van desde el «cese de los registros humillantes» a la «supresión de los cristales durante las visitas familiares».
Según Hanegbi, la huelga tiene como objetivo «mejorar las facilidades de los terroristas para planificar atentados contra Israel». Menos radical y con el registro «de la experiencia de las huelgas de hambre de los activistas irlandeses en las décadas de los ´70 y ´80», la autoridad penitenciaria piensa tomar parte en la «guerra psicológica», organizando «comidas abundantes» para los guardias bajo la nariz de los huelguistas.
«La prueba de fuerza peligrosa», como la definen numerosos analistas, puede encontrar un cierto eco mañana, 18 de agosto, con una jornada nacional de ayuno y solidaridad en los territorios palestinos. El primer ministro palestino, Abú Ala, tiene intención de reclamar «la liberación de todos los presos como parte de un acuerdo de paz» con Israel.
En la Franja de Gaza, más de 3.000 personas participaron en una marcha de solidaridad con los huelguistas. Jaled al Batch, uno de los jefes de la Yihad Islámica, amenazó con secuestrar «a los soldados sionistas y a los colonos, para intercambiarlos con los presos».
En la localidad de Hebrón (Cisjordania), se siguió una huelga comercial como muestra de solidaridad, mientras decenas de personas protestaron ante los locales de la Cruz Roja Internacional. La población carcelaria palestina está formada por condenados, detenidos a la espera de juicio y «encarcelados administrativos», sin juicio, según un procedimiento del mandato británico, por «amenaza a la seguridad».