Literatura

La pareja mixta (primera parte)

Esas relaciones comenzaron a comentarse en las tertulias de la colonia... don Jacobo no ignoraba esos murmullos... A las indirectas de sus amigos de la sinagoga, contestaba: - Miryam no se casará con un cristiano; no tengan miedo.” “Los gauchos judíos” AlbertoGerchunoff ¡Hijos modernos...! “Tevie el lechero” Scholem Aleijem “Un pez puede enamorarse de un pájaro, pero... ¿Dónde van a construir su nido? Tevie en “El violinista sobre el tejado”

Por Por Laura Kitzis

Entre el shtetl y la Pampa

“Los gauchos judíos” y “Tevie el lechero”. Dos obras fundacionales de la literatura judía. Ambas han trascendido el reducido universo de lectores judíos y atravesando las fronteras del género han dado lugar a guiones de cine y teatro.
“Los gauchos judíos”, deudora de la euforia del Centenario, sella las nupcias del judío con la generosa Pampa y define a su autor como el primer gran escritor judeo-argentino.
“Tevie el lechero” es, en cambio, la novela del pogrom, del desarraigo, de la expulsión del shtetl. Al igual que su autor, que abandona Rusia y luego de un largo peregrinaje muere en Estados Unidos, los personajes de la novela serán expulsados de Anatevke hacia… quién sabe dónde.
La pareja mixta aparece en ambas obras y permanecerá en la literatura judía como una insistente metáfora que reflejará, por momentos, la laudatoria integración de lo diverso, y por momentos la imposibilidad absoluta del encuentro con el otro.
De todas formas, y más allá de sus infinitos significados, los amores entre judíos y ‘goim’ llegaron hace ya más de cien años a la literatura judía para quedarse en ella. Para desvelarnos, maravillarnos e inquietarnos… hasta el día de hoy.

Judíos y ‘goim’ en Entre Ríos

Rogelio Míguez y Miryam se entendían únicamente por medio del canto. El arremete con vidalitas y estilos criollos y ella le responde con un canto judío que embelesa los oídos del peón. Ninguno de los dos habla la lengua del otro. Ninguna palabra comprensible puede habitar esas canciones. El amor surge de la pura sensualidad de la voz convertida en cuerpo. Cuerpos acunados por los dorados maizales de Entre Ríos, como dorados son los cabellos de Miryam. Los colonos los han visto, murmuran. Don Jacobo, el padre de Miryam, despide al peón con un pretexto cualquiera. No servirá de nada. Una tarde de Pésaj “Todos los colonos salieron de la sinagoga y pudieron presenciar algo horrible: Rogelio, en su portentoso alazán, venía a todo correr con Miryam en ancas… cuando los colonos volvieron de su asombro, la pareja fugitiva era un punto en la distancia. En el camino, una vasta polvareda levantaba franjas de oro”.
Mucho antes de poder hablar y comprenderse, mucho antes de que se instale el espacio simbólico de la palabra entre los “rusos” y los criollos del lugar, la mujer judía será la moneda con la cual el nuevo inmigrante deberá abonar su acceso a la nacionalidad argentina. En la economía de la integración hay una pérdida, una erogación, una pequeña hemorragia. Una libra de carne.
En el prólogo escrito por Martiniano Leguizamón a “Los gauchos judíos”, se celebran estas “bíblicas campesinas” que olvidan el “severo precepto” que les prohíbe amar “a los que no son de su raza, entregando la ternura de sus corazones al gauchito más bizarro del pago… Ellas representan un papel importante en el libro, porque son el crisol de amor que está modelando el tipo nuevo, varonil y hermoso del gaucho judío. En vano los viejos rabinos seguirán mesándose las largas barbas…”

Ejercicio de imaginación

¿La pareja mixta como el parámetro con el cual se mide la real integración al país? Sí, por supuesto. Pero podríamos preguntarnos por qué esta mixtura sólo puede resolverse por medio del rapto y la fuga.
Podríamos preguntarnos, también, qué reacciones provocaría la tan celebrada pareja mixta en el lector no judío, en el lector católico, hispanófilo y levemente aterrorizado por la chusma inmigrante, si la pareja hubiera sido otra… Si en vez de Rogelio y Miryam, hubieran sido Rogelia y Meir: un “moishe” y una doncella cristiana aferrada a su cintura, galopando en el mismo portentoso alazán, levantando la misma polvareda dorada… frente a una iglesia.
¿Qué hubiera sucedido después? ¿Cómo hubiera terminado la epopeya de los gauchos judíos? ¿Con el prólogo de Martiniano Leguizamón… o con el primer pogrom en Entre Ríos?

Judíos y ‘goim’ en Anatevke

Tevie ha visto a Jave hablar con Jvetka, el escribiente de la aldea, un no judío. Jave y Jvetka hablan, hablan sobre libros, ambos leen a Gorki. Tevie no sabe quién es Gorki, lo único que sabe es que su hija no debe olvidar “de dónde vienes y a dónde vas, quién eres tú y quién es él”. Considera zanjada la cuestión con este inmemorial dictamen judío. Se equivoca. Cuando Tevie regresa a su casa, Jave ha huido y se ha casado con Jvetka según el rito cristiano. Tevie la declara muerta, se descalza, e inicia los ritos de la “shivá”. Sin embargo, este padre desesperado, no podrá evitar el virus tan judío de la duda: “Otras ideas extrañas tomaron forma de pronto en mi cabeza. ¿Qué es eso de ‘judíos’ y ‘no judíos’? ¿Por qué hizo Dios judíos y no judíos? Y si los hizo, por qué han de estar distanciados los unos de los otros, por qué han de odiarse como si unos fueran hijos de Dios y los otros no? Lamenté no tener tanta instrucción como otros para poder hallar una explicación satisfactoria.”

Tevie no hubiera podido formularse esa pregunta al inicio de la novela. Sus hijas modernas lo han arrinconado gradualmente y han ido socavando todas sus certezas. La mayor, Tséitel, se ha prometido en matrimonio por su cuenta, sin los oficios de la casamentera, desafiando la legalidad interna que rige los intercambios en el shtetl. La que le sigue, Hódel, abraza, al igual que su novio, el credo socialista y lo acompaña al destierro. Ella ya no cuestiona las instituciones anquilosadas del shtetl, cuestiona un mundo de ricos y pobres, explotadores y oprimidos. Su reclamo se ha vuelto universal.
Las nuevas costumbres, los derechos del individuo, la revolución ¡El mundo! ¡El mundo que está allá afuera, latiendo!… El mundo entró por la ventana de la humilde casa de este tambero judío y se le instaló en el hogar, entre las velas de shabat y los blintzes de queso. El cielo protector del shtetl estalló en mil pedazos. Porque después de todo, “Tevie el lechero”, es la gran novela judía sobre la asimilación.
Jave realiza la elección más radical, va hacia el enemigo, el goy, el Otro absoluto. Tevie ya tuvo la cuota de asimilación que un judío sometido a pogroms periódicos y amenazas de expulsión podía soportar. A diferencia de todo lo anterior, la pareja mixta no se negocia.
Queda un último interrogante… En tiempos de persecución, el miembro de un grupo oprimido, ¿se debe lealtad a sí mismo o al grupo?
La novela lo resuelve: (aunque no ocurra así en las adaptaciones cinematográficas y teatrales) cuando se expulsa a los judíos de Anatevke, Jave retorna (sin Jvetka) junto al padre que la repudió, entendiendo que los destinos de su pueblo la incluyen, seguramente no en el amor, pero sí en el espanto.

La libra de carne

Jave es la última moneda que la asimilación se cobra en Europa. Miryam es la primera moneda que la asimilación se cobra en Argentina
Jave retorna a los suyos: en la Rusia del Zar, la integración está condenada desde su nacimiento.
Miryam no regresa. Se pierde con Rogelio en el horizonte dorado, rumbo al dorado crisol de razas.
Ambas mujeres llegan a nosotros vistas desde los atónitos ojos de sus padres. ¿Qué sabemos de sus almas? Nada. ¿Dónde y cómo construyeron el nido estos pájaros y estos peces? ¿Los construyeron? ¿Qué sabemos de las palabras que se enuncian desde la intimidad de estas “parejas mixtas literarias”? Nada. No sabemos nada.
Pasarán más de 50 años para que la literatura judía se atreva a indagar los desvelos de la pareja mixta desde el interior de sí misma. Pero los afortunados lectores de Nueva Sión podrán conocer mucho antes (el mes que viene) los turbulentos y literarios amores entre judíos y goim, (ahora ¡todos porteños!) sufridos y contados por sus protagonistas, durante los dorados años sesenta y setenta.