El Papa Benedicto XVI, en el último día de su visita oficial a Polonia, domingo 28 de mayo, realizó una simbólica e histórica recorrida al campo de concentración de Auschwitz, símbolo del terror y el Holocausto.
Benedicto XVI ingresó caminando solo, con las manos entrelazadas y en silencio. Luego se dirigió al campo de concentración de Birkenau, donde dedicó una oración a las víctimas del Holocausto y denunció «los crímenes masivos sin precedente» que en estos lugares se llevaron a cabo durante el régimen nazi.
El Santo Padre, para el mundo cristiano, dijo que su visita a Auschwitz y Birkenau se produjo como «un hijo del pueblo alemán. Hablar en este lugar de horror, en este lugar donde se llevaron a cabo crímenes masivos sin precedentes contra Dios y el hombre, es casi imposible, y es particularmente difícil y perturbador para un cristiano, para un Papa alemán» afirmó.
«En un lugar como éste, fallan las palabras; al final, sólo puede haber un silencio sobrecogedor, un silencio que a la vez es un clamor del corazón a Dios: ¿Por qué, Señor, permaneciste en silencio?» , interrogó el Sumo Pontífice tras orar en memoria de las víctimas del Holocausto.
Recordó que así como Juan Pablo II visitara el lugar como polaco, él lo hacía como «hijo del pueblo alemán». «Los jefes del Tercer Reich querían aplastar a todo el pueblo judío, borrarlo de la nómina de los pueblos de la tierra», denunció.
«Al destruir a Israel con la Shoá querían destrozar la fuente de la fe cristiana y reemplazarla por una fe inventada por ellos», continuó Benedicto XVI.
Luego de encender una vela en memoria de los asesinados, el Pontífice se dirigió a saludar uno por uno a un grupo de 32 sobrevivientes de Auschwitz. Luego, Benedicto XVI se desplazó hasta el bloque 11 en el que vivieron los prisioneros judíos, y salió del complejo en coche hacia el campo de concentración de Birkenau, donde rezó ante el Monumento Internacional a las víctimas construido al lado del horno crematorio número 2.
En su discurso pronunciado ante el monumento, el Papa también mencionó la deportación y asesinato de gitanos en Auschwitz.
Benedicto XVI no es un hombre de gestos grandilocuentes, ni una figura mediática como su antecesor, Juan Pablo II; pero sí está consciente de la resonancia de cada una de sus palabras y gestos.
El Papa pronunció su discurso ante varios miles de personas, entre las que había funcionarios polacos, sobrevivientes de Auschwitz, de otros campos de concentración y representantes de organizaciones judías.
«Fue un discurso emocionante», aseguró al respecto el gran rabino de Polonia, Michael Schudrich, que marcó su descontento con algunos conceptos que, en su opinión, pudieron haber sido pronunciados de un modo «más contundente». A pesar de ello, admitió que «su simple presencia era muy importante. Es un grito contra el antisemitismo».