El ‘Mayo Francés’:

Un mundo que no fue… pero casi

Ni origen ni culminación, el Mayo Francés fue una expresión más de una generación que rechazó a los gobiernos autoritarios y a la legitimación del poderío militar aplicado en la sociedad. En 1968, estudiantes universitarios de México, Estados Unidos, y Francia manifestaron en contra del uso brutal de la fuerza policial y militar en el ámbito interno y, en los últimos 2 ejemplos, la participación estadounidense en la guerra de Vietnam. El elemento común de la escalada de las protestas fue la desproporcionada represión estatal contra grupos que ocupaban las universidades porque deseaban grandes cambios académicos y que los gobiernos redujeran su presencia e injerencia en las facultades.

Por Pablo Pejlatowicz

El Mayo Francés se diferenció de los otros movimientos universitarios porque logró poner en jaque al gobierno del Presidente Charles De Gaulle, y propuso una sociedad que reniegue de las reglas impuestas por el capitalismo y las propuestas del anquilosado Partido Comunista Francés (PCF).
La descomunal violencia policial contra manifestaciones de grupos universitarios franceses provocó que los reclamos por reformas universitarias escalaran en una huelga general, de más de 10 millones de obreros, que paralizó a Francia durante mayo de 1968.
El Movimiento 22 de Marzo fue el canalizador de las demandas difusas de los estudiantes a través de demostraciones relativamente pacíficas, y adquirió un rol protagónico durante las protestas. En Estados Unidos y México, los Students for a Democratic Society (SDS, Estudiantes para una Sociedad Democrática) y el Consejo Nacional de la Huelga, respectivamente, tuvieron una función similar.
El 2 de mayo, el Movimiento nucleado alrededor de Daniel Cohn Bendit, estudiante de sociología, organizó una jornada anti imperialista que fue amenazada por el grupo fascista “Occidente” y luego desalojada de la Universidad de Nanterre por la Policía.
Al día siguiente se realizó una movilización solidaria en la Universidad de la Sorbona que acabó atrincherada contra los ultra derechistas de “Occidente”. La policía cercó la institución, logró una desocupación ordenada pero, a pesar de ello, arrestó a 527 manifestantes.
Los jóvenes que circulaban por el campus estallaron en protestas espontáneas cuando vieron las primeras detenciones y apedrearon a las fuerzas policiales al grito de “¡Muera la represión!”.
En represalia, brigadas de choque apalearon a los residentes del Barrio Latino y clausuraron la Sorbona bajo una fuerte custodia.
Casi la totalidad de los 600.000 estudiantes del país entraron en huelga general el lunes 6, y recibieron un creciente apoyo de la población para combatir los embates policiales en distintos puntos de la ciudad. Allí realizaron un llamado a la solidaridad obrera escuchado por las bases sindicales.
Pasaron los días, los enfrentamientos recrudecieron y aumentó la cantidad de heridos pero los dirigentes gremiales y políticos no cedieron ante la presión de sus bases hasta que los trabajadores de Renault convirtieron la fábrica en la “Nanterre Obrera” el 15 de mayo.
En 10 días, obreros y estudiantes lograron la adhesión de más de 10 millones de personas que dejó al país en crisis. De Gaulle disolvió la Asamblea Nacional (Parlamento francés) y amenazó con el uso del ejército para combatir a los revolucionarios.
Las demandas sociales surgieron desde las universidades y desbordaron a todas las instituciones políticas bajo múltiples consignas y un denominador común: “La imaginación al poder”.
El poder tuvo más imaginación aún: las cúpulas gaullistas, socialistas y sindicales acordaron aumentos salariales y algunas reformas en la estructura educativa y pidieron la calma del pueblo para garantizar la estabilidad de la República. Cedieron ante algunas demandas para que nada cambie y lograron quitarle fuerza a la revolución.

“Todos somos judíos alemanes”

La prensa y los partidos políticos al principio calificaban a los manifestantes de ser “pequeños burgueses aventureros y pseudo-revolucionarios”, liderados por el “anarquista alemán Cohn Bendit”. A medida que se desarrollaron los hechos, fueron atemperando su posición hasta apoyar cálidamente al movimiento, pero la figura de “El Rojo” Cohn Bendit seguía cuestionada por ser un revolucionario judío y extranjero en la propia Francia.
El 20 de mayo, en el Barrio Latino los manifestantes acompañaron a Cohn Bendit al canto de “¡somos todos judíos alemanes!”, porque el gobierno le prohibió la residencia en Francia.
En una entrevista publicada por Nueva Sión en 2003 -aparecida en al revista Raíces originalmente- Jean Simon, vicepresidente de la Organización Juvenil Sionista de Francia Ahavat Zion; Jean Claude Rabinowicz, que integrara el Comité de Ocupación de la Sorbona, y Maurice Boussidan, discutieron la importancia del judaísmo en el Mayo Francés

Jean Simon: Soy sionista y mis reacciones son gobernadas por dicho compromiso. Respecto de mi judaísmo, de mi sionismo, me parece que lo ocurrido en la Sorbona y en otros lugares ha sido desfavorable. Sin entrar en detalles, el mero hecho de que muchos judíos intervinieran en la revuelta y el que se haya notado, me parece peligroso para el porvenir de la colectividad judía.

Jean-Claude Rabinowicz: Sin embargo, no creo que deba darse excesiva importancia a lo ocurrido en el patio de la Sorbona… Desearía me especifiques en qué sentido esos acontecimientos fueron peligrosos para los judíos.

Jean Simon: Cohn-Bendit y otros gritaban…

Jean-Claude Rabinowicz: …somos todos judíos alemanes!

Jean Simon: Y otros contestaban: “Cohn-Bendit a Dachau” (por el campo de concentración). Toda vez que un movimiento tiene un dirigente judío, las masas tienden a generalizar. Tanto la izquierda como la derecha encuentran su “chivo emisario” y es en esto donde reside el peligro. Quizás estoy considerando a la revolución desde una perspectiva excesivamente estrecha; no importa, debo hacerlo así en razón de mi compromiso sionista.

Jean-Claude Rabinowicz: Muchos judíos participan del movimiento revolucionario; es una constante histórica fácilmente explicable. Situados generalmente de manera marginal en la sociedad existente, y pudiendo por ello percibir mejor los errores de la misma, los judíos siempre están entre los primeros en rebelarse contra ella.

Maurice Bousidan: No creo que traten de rechazar su identidad judía; sencillamente se están afirmando como seres humanos viviendo la revolución. Personalmente yo desbordaba de entusiasmo. No pensé en mi condición de judío, solo pensé en el progreso de la revolución, de las amenazas que la acechaban y de la nueva sociedad que emergería de ella.

Estados unidos también existe

La agrupación Students for a Democratic Soceiety (SDS, Estudiantes para una Sociedad Democrática), a diferencia del Movimiento 22 de Marzo, tenía 6 años de desarrollo teórico y político para cuando inició la toma de la Universidad de Columbia, Nueva York, Estados Unidos, el 23 de abril de 1968.
Con los reclamos civiles y políticos de la década de 1960, la asunción de John Kennedy como presidente, y el maniqueísmo imperante en la sociedad estadounidense, la SDS se apegó a una “Nueva Izquierda”. Sin socavar las bases sociales capitalistas y, tal como propugnaban los estudiantes franceses, intentaban alejarse de los partidos socialistas existentes.
Al igual que la experiencia francesa, la toma de las oficinas universitarias se decidió debido al constante forcejeo de las fuerzas policiales con los manifestantes durante una marcha.
Los temas más acuciantes para la SDS eran la guerra de Vietnam y el racismo que dividía a la sociedad estadounidense, ya que la poderosa universidad quería construir un gimnasio en tierras municipales de Harlem, un barrio pobre con mayoría afro americana.
La ocupación se prolongó hasta junio, cuando una facción moderada tomó el liderazgo de la protesta y la diluyó, conforme con las promesas de reformas conseguidas. En ‘1968: Una generación estudiantil en rebelión’, el escritor estadounidense Ronald Fraser entrevistó a uno de los miembros de SDS, Jeff Jones, que esperanzaba a sus compañeros: “Une lo que pasa en Columbia y lo que pasaba en París, donde parecía que el gobierno caería y habría una revolución de la nueva izquierda”

Actualidad

El Mayo Francés fracasó como revolución (en términos de sus objetivos finales) y sus dirigentes luego desaparecieron del ámbito político (o cambiaron de opinión) pero pudieron demostrar que una sociedad distinta es posible.
A 38 años de aquellos acontecimientos, no existió otra situación con propuestas tan radicales.
En marzo pasado, más de un millón de jóvenes obreros protestaron contra el Primer Ministro Jean Villepin por el Contrato de Primer Empleo (CPE), que precarizaría la situación laboral de los jóvenes hasta 26 años, y lograron trabar la aplicación del proyecto.
En un reportaje para el diario británico ‘Financial Times’, Cohn Bendit, ahora diputado ecologista en el Parlamento Europeo, calificó los sucesos como una “seria crisis política” pero incomparable con los eventos de 1968 porque “ellos tienen una visión negativa del futuro, basada en la inseguridad y el miedo al cambio”.
Algo a lo que aquellos estudiantes en Francia se le animaron tratando de cambiar el destino de este mundo que ya anunciaba sus represiones y formas de manejo violento del poder. Cambiar para que nada cambie.