La sociedad palestina fue convocada a las urnas para elegir a sus representantes y optó, para sorpresa de muchos, por el partido islamista de Hamas. Sin embargo, a diferencia de lo que está ocurriendo en otros Estados árabes -como Marruecos, Egipto o Jordania- ese voto no reflejaba un cambio social en esa dirección. Los palestinos continúan siendo predominantemente moderados en su forma de interpretar el islam. Si votaron a Hamas fue para expresar su rechazo a la corrupción e incompetencia de Al Fatah. Era su forma, sin duda peculiar, de pedir un gobierno digno.
El triunfo de Hamas ha bloqueado el proceso de paz, la famosa «Hoja de ruta»; ha privado a la Autoridad Palestina de buena parte de la ayuda internacional que venía recibiendo; y ha situado a este esbozo de Estado en el rincón de los apestados internacionales. Arafat había conseguido reconocimiento internacional y dinero, a pesar de su condición de terrorista y de practicar y permitir la corrupción. Ese activo se ha evaporado.
Mahmud Abbas y los nacionalistas de Al Fatah saben perfectamente que la sociedad palestina no comparte el programa radical de Hamas, que quieren volver al proceso de paz y a disfrutar de la ayuda internacional. Legitimados los islamistas por las urnas, sólo es posible dar la vuelta a la situación a través de las urnas. No se trata de que cambien, sino de que tengan que aceptar un programa de política exterior radicalmente contrario al propio.
No es nada creíble que, en el caso de que perdiera, Hamas estuviera dispuesta a negociar con Israel, pero permitiría a Abbas mantener viva la esperanza, sacar a la AP del agujero negro en que se encuentra y, sobre todo, tratar de recuperar los montos económicos perdidos.
Para Hamas el referéndum es una trampa a evitar. Si lo pierden quedará en evidencia que no cuentan con el apoyo ciudadano y se verán aún más presionados a reconocer a Israel, algo radicalmente contrario a su credo político-religioso. Si lo ganan, la tensión interna puede llevar al definitivo estallido de una guerra civil hasta ahora latente. De ahí su esfuerzo en tratar de bloquear la voluntad del presidente en el Parlamento y, sobre todo, el incremento del número de cohetes lanzados por sus milicias contra Israel, con el ánimo de crear una situación tal que haga inviable la reapertura del proceso de paz. Si por la vía parlamentaria no consiguen impedirlo lo harán a través de la violencia.