Las polémicas caricaturas de Mahoma, que están provocando violentas reacciones en el mundo islámico y una grave crisis entre Occidente y el Islam, fueron publicadas el pasado mes de septiembre en el diario danés ‘Jyllands-Posten’.
En octubre, al poco de que el ‘Jyllands-Posten’ publicara los dibujos en nombre de la libertad de expresión, después de que el autor de un libro sobre Mahoma no hubiera podido encontrar ilustradores para su obra, por temor a represalias, la comunidad islámica de Dinamarca, paquistaníes e iraníes mayoritariamente, calificó los dibujos como una «grave ofensa a sus creencias y a la figura de Mahoma».
Más allá de la queja formal expresada por la pequeña comunidad musulmana del país nórdico, el asunto nunca pareció que fuera a trascender la política nacional danesa.
Pero los dirigentes religiosos organizaron viajes a países islámicos para contar los detalles de lo sucedido y reclamar solidaridad. Viajaron a Egipto, Arabia Saudita, Qatar, Pakistán, El Líbano, Bosnia y otros países, con gran cobertura por parte de los medios de información musulmanes.
Luego llegó el turno de la Conferencia Islámica, que se involucró a fondo en el problema. «No fue un gran asunto hasta que la Conferencia Islámica se posicionó en contra», explica Muhammad el-Sayed Said, ex director del Centro Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos en El Cairo.
Desde entonces, en diciembre de 2005, 3 meses después de la publicación de las viñetas, líderes de 57 países islámicos se reunieron en La Meca (Arabia Saudita) para coordinar la protesta a lo que calificaron de ofensa a sus creencias, según informa ‘The New York Times’.
Empezó entonces una campaña que incluyó reuniones con embajadores de los países árabes para transmitirles su indignación por las viñetas del profeta, cuya reproducción prohíbe expresamente el Islam.
El Gobierno danés del primer ministro Anders Fogh Rasmussen siempre contestó con una negativa a los intentos de la comunidad musulmana de negociar una salida al asunto porque, argumentaba, el ‘Jyllands Posten’ tiene el derecho a decidir sus contenidos.
Este rechazo a cualquier vía de diálogo exacerbó los ánimos de los musulmanes que decidieron entonces internacionalizar el problema.
En la agenda de la Conferencia Islámica figuraba, paradójicamente, el estudio de medidas para frenar el creciente extremismo religioso en la zona, pero en ningún caso el controvertido asunto de los dibujos del profeta.
En las charlas que se produjeron entre bambalinas, en cambio, la publicación de las caricaturas satíricas centró toda la atención, y en el comunicado final del encuentro se registró la creciente preocupación de los países ofendidos por las representaciones que -desde Europa- se hacían de Mahoma.
El encuentro de La Meca, una ciudad donde los no musulmanes están prohibidos, pasó desapercibido para la prensa occidental pese a la presencia en el mismo de líderes tan controvertidos como el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad, enfrentado con la comunidad internacional por su decisión de desarrollar un programa nuclear propio.
¿Cómo un asunto doméstico en Dinamarca pudo convertirse en una crisis sin precedentes entre el mundo musulmán y Europa?
Las claves se pueden encontrar en esta reunión de la Conferencia Islámica y en el papel que jugaron durante su desarrollo alguno de los líderes musulmanes, que convirtieron el asunto en una excusa más para ahondar en sus feroces críticas hacia Occidente.
Así, países como Siria e Irán, conocidos por sus posiciones extremistas, emplearon los medios oficiales como potentes altavoces para denunciar con virulencia la publicación de los dibujos del profeta.
Sari Hanafi, un profesor de la Universidad Americana de Beirut, añade que el estallido de la crisis les vino bien a muchos gobiernos árabes que aprovecharon la ocasión para cuestionar la democracia occidental y reafirmarse en sus posiciones totalitarias.