Publicado en El Periódico de Catalunya

El triunfo del hartazgo: Las tres erres de Hamas

Resistencia, religión y rectitud. A partir de estos tres conceptos, el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas, en árabe) ha ganado las elecciones palestinas y ha roto el dominio que el movimiento Al Fatah mantenía sobre la causa palestina desde la década de los ´60.

Por Joan Cañete Bayle

A- De milicia al Gobierno: la estela de Hezbollah

Hamás nace en 1988 a la sombra de la primera Intifada y como una especie de sucursal palestina de los Hermanos Musulmanes egipcios. Su carta fundacional, aún en vigor, defiende «levantar la bandera de Alá en cada centímetro de Palestina» -lo que incluye Gaza, Cisjordania y el actual Estado de Israel-, y afirma que la «resistencia contra el enemigo sionista» es «la obligación de todo musulmán, hombre o mujer». En 1994, Hamas, que no forma parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), rechaza los acuerdos de Oslo y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con lo que se convierte en la principal oposición a Al Fatah.
Siguiendo los pasos de la milicia libanesa Hizbulá, Hamas aprovecha la lucha armada contra Israel como trampolín político. Divide en dos la organización (una rama política y un brazo armado, las brigadas Izedin al Qasam) y, con el advenimiento de la segunda Intifada, se convierte en un actor imprescindible.
Políticamente, Hamas es sinónimo de orgullo y resistencia ante la ocupación y de intransigencia ante la corrupción de Al Fatah.
Su discurso de que las negociaciones con Israel no llevan más que al sufrimiento, al enriquecimiento de unos pocos y a prolongar la injusticia de la que es objeto el pueblo palestino es ampliamente aceptado por todas las capas de la población. La retirada israelí de Gaza, por muy unilateral que fuera, le da una baza que, como Hezbollah, ha sabido aprovechar.

– La doctrina del ojo por ojo vertebra la política

Las brigadas Izedin al Qasam son el grupo armado palestino que más sangre israelí ha vertido. Hamas cuenta con entre 700 y 1.200 militantes. Su primer ataque fue el secuestro y asesinato de un soldado israelí el 18 de febrero de 1989. En febrero de 1994 perpetró el primer atentado contra civiles israelíes: 8 muertos en un autobús en Afula como respuesta a la masacre de 29 palestinos que el colono Baruch Goldstein cometió en Hebrón.
Desde entonces, Hamas ha ejecutado 49 atentados suicidas, en los que perecieron 391 israelíes.
«¿Era acaso terrorismo la resistencia francesa contra la ocupación nazi?», se preguntó el líder de Hamás, Mahmud al Zahar, en una entrevista que concedió a este diario dos días antes de las elecciones.
Hamás niega que sus atentados en territorio israelí sean actos terroristas, sino «legítimo derecho a la resistencia». Hamás se presenta como la única formación que ha defendido a los palestinos de las operaciones militares israelís en sus ciudades y campos de refugiados, en contraposición a unas fuerzas de seguridad que tienen las órdenes de la ANP de no participar o que, simplemente, no llevan armas. Su política es la del ojo por ojo, que equipara las agresiones militares israelíes con las propias. «Cualquier tregua dependerá de si Israel continúa sus agresiones», declara Zahar, quien considera que su brazo armado es el auténtico Ejército palestino.
Zahar comparte la dirección de Hamás con el joven Ismail Haniya.

C- Honradez, eficacia y asistencia social

Como ocurre en otros países musulmanes, la ecuación pobreza, desesperanza y derrumbamiento del sistema político da como resultado el crecimiento de los movimientos islamistas. Por motivos internos -corrupción, ineficacia- y externos -la despiadada ocupación israelí, la destrucción y desautorización por parte del Ejército hebreo de la estructura de la ANP- Hamás sustituye en el ámbito de la ayuda social a las autoridades palestinas.
Se estima que, a través de su red de organizaciones asistenciales, el grupo islamista dedica cada año 60 millones de euros, procedentes de donaciones de todo el mundo y de aportaciones privadas, a escuelas, orfanatos, clínicas, reparto de comida y actividades infantiles y juveniles.
Hamas es percibida como una organización eficaz, honrada y en la que se puede confiar. Otro asunto es la cuestión religiosa. El movimiento islamista defiende un Estado islámico que choca con las posturas de las capas más laicas de la sociedad palestina. Es Hamas quien quema poco antes de la Intifada el único hotel de Gaza en el que se vende alcohol y la número 22 de su lista, la popular madre de mártires Mariám Farhat, se pasó ayer todo el día pidiendo una ley que convierta en obligatorio el velo islámico. Pero los palestinos no votaron en términos de religión.

D- El proceso de paz: el desarme imposible

Hay una verdad evidente: difícilmente saldrá adelante un plan de paz en Oriente Próximo, como la Hoja de ruta, basado en la idea de dos estados que convivan en paz uno al lado del otro, si una parte, como ocurre con Hamás, no reconoce a la otra. Pero también hay otra evidencia: el proceso de paz, y menos en estos tiempos unilaterales, no depende de los palestinos, sino de quien ocupa sus territorios.
No hay diferencias a corto plazo entre los planteamientos de Hamas y de Al Fatah por lo que se refiere al proceso de paz: un Estado palestino basado en la legalidad internacional, es decir, Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, y el regreso de los refugiados tal como contemplan las resoluciones de la ONU.
La diferencia es que Hamas no renuncia a lo que califica de «derecho histórico» a toda Palestina, que incluye al Estado de Israel. De la misma forma que la derecha israelí no renuncia a su proyecto de la Tierra Bíblica de Israel, con idénticas fronteras. Si el proceso de paz depende de que Hamas se desarme, los islamistas no tienen motivos para hacerlo tras un año sin cometer atentados en los que no hay ningún avance excepto la salida de los colonos de Gaza, que es una decisión unilateral de Israel. Bajo su punto de vista, la lucha armada es legítima y funciona.