Luego de la retirada israelí de Gaza, la sociedad israelí está conmocionada y los 80.000 argentinos que viven en Israel no son ajenos al debate ante la nueva situación. Horacio Kurland y Yehuda Heimenrath están en contra. Horacio porque teme por el fortalecimiento de los terroristas, Yehuda porque es un colono y fue expulsado de su casa por el Ejército israelí. Moshé Rozen, Ricardo Arber y Alejandro Blatt, en cambio, están a favor, y aunque les duele ver la expulsión de los colonos, creen que se abre una esperanza a la paz.
Lo sociedad israelí está divida. Una reciente encuesta de la consultora Dialog, para el diario israelí ‘Haaretz’, muestra que el 61% considera que Israel está “herido y dolorido” tras el tenso repliegue. Para intentar evitar la evacuación se cortaron rutas y se quemaron neumáticos.
¿Se trató de ‘piqueteros israelíes’?, consultó Nueva Sión.
No, acá eran cortes parciales y coordinados con la policía, sino el corte es ilegal y se los detiene, responde el médico Alejandro Blatt, padre de tres varones fanáticos de River.
“Fueron pocos cortes y por muy breve tiempo, agrega. En su gran mayoría son gente de ley y aceptan con muchísimo dolor que los expulsen. El momento de la lucha, democrática, ya quedo atrás. Ahora, los que estamos a favor, también contenemos las expresiones para demostrar que entendemos el momento difícil y doloroso para todos” finaliza Blatt.
Otra Policía
Ante un momento tan traumático, el rol de la Policía fue clave. Debían aguantar la bronca de los colonos y expulsarlos de sus casas sin agredir. La manera en encarar ese desafío fue lo que más impresionó a la periodista Roxana Levinson, que se fue de Argentina hace tres años con el recuerdo fresco del crudo diciembre de 2001, donde las fuerzas de seguridad reprimieron con violencia a los manifestantes. En Israel la policía y el ejército sacaron de sus casas a familias que habían vivido más de 30 años allí, fueron insultados y agredidos por los colonos, y no hubo ni un disparo.
“No es la policía a la que estaba acostumbrada”, afirma Roxana. “Los expulsaban pero conteniéndose al máximo, sin disparos ni palazos, con mujeres policía abrazando a las madres que debían retirar a bebés de sus casas, me sorprendió la preparación de las fuerzas de seguridad” dice Roxana quien, como tantos argentinos, se fue luego de la última crisis.
Cifras y gente
Recordemos que el promedio de inmigrantes argentinos a Israel fue de 800 personas por año en las últimas décadas, cifra que trepó a 1.365 en 2001 y 6.500 en 2002.
Ese año se registró otro record: murieron 5 argentinos en atentados terroristas: Carlos Jerusalimsky, Carlos Wegman, Diego Ladowski, Gastón Perpiñal, y Julio Magram.
“Basta de bombas”, es el clamor del argentino Ricardo Arber. “Yo, personalmente, apoyo la desconexión porque no quiero más atentados. Voto por la paz entre israelíes y palestinos” explica Ricardo, que emigró en 1979. “A mí se me hace un nudo en la garganta al ver niños rogando que no los expulsen. Lloraba mientras, a mi lado, mi esposa me decía que por culpa de los colonos murieron soldados que estaban en los asentamientos para cuidarlos y que con la indemnización les alcanza para comprar una buena casa”.
Los Heinmenrath
Las indemnizaciones fueron de entre 200.000 y 350.000 dólares y las abonó el mismo Estado que promovió el asentamiento de colonos en los territorios ocupados por Israel desde la Guerra de los Seis Días, en 1967.
Ahora, en virtud de una ley parlamentaria, retira a los israelíes de Gaza. Entre ellos, también a la única familia argentina detectada, los Heimenrath. Una pareja con seis hijos que fueron desalojados del asentamiento Neve Dkalim en Gaza. Yehuda emigró en 1961 desde el barrio de Saavedra y construyó un hogar sin olvidar a la Argentina, al que considera su país tanto como Israel.
Entre sus planes no está volver. Yehuda no se anotó para recibir la indemnización porque no pensaba irse de su casa: su última tarde en Gaza la ocupó regando lo que fue su florecido jardín en el desierto. Más de una vez afirmó que el Gobierno debería, por un lado, sacarlo a la fuerza, y, por otro, pensar una solución para su familia. La primera parte ya se cumplió. Ahora Yehuda, como tantos, aún espera ser reubicado definitivamente, y también quiere saber dónde ubicaran la tumba de uno de sus 6 hijos.
De Once a Nir Itzjak. De Olivos a Jerusalem.
Las distancias en Israel son muy distintas a las argentinas. Llaman mar a extensiones que aquí llamaríamos lago y, recordemos, cuando el actual vice Primer Ministro israelí Shimon Peres visitó la Argentina, comparó nuestros ríos con el Jordán y señaló que el río israelí tiene más historia que agua.
“La distancia que nos separa de Gaza es similar a la de las terminales de la línea ‘B’ del subte porteño… espero que los colonos crucen al sur de Israel donde tenemos un desierto enorme, que vengan a colonizar y a construir acá y te digo más, si Sharón no produce otras retiradas, tarde o temprano se van reanudar las hostilidades”, dice Moshé Rozén, quien se mudó del barrio de Once al kibutz (granja colectiva) Nir Itzjak, frente a la Franja de Gaza.
Para Rozén no es posible mantener asentamientos poblados por ciudadanos israelíes con derechos civiles, rodeados de masas árabes desprovistas de horizonte social. Y por eso esta a favor de la desconexión.
Una situación donde aparecen críticas y miedos.
“Yo hice el servicio militar en Gaza. Interceptábamos jóvenes que querían entrar a Israel con bombas y creo que es riesgoso abandonar esa región. Los grupos terroristas se van a fortalecer. Yo no estoy de acuerdo” explica Horacio Kurland, un argentino que vivía en Olivos y reside cerca del Monte de los Olivos en Jerusalem donde, “entre otras maravillas, hay yerba y alfajores en el supermercado”.
¿Lo que viene?
Aparecen así reacciones diversas ante la nueva situación. Un sondeo del Instituto Dajaf muestra que el 62% de la población aprueba el Plan de Desconexión y la retirada de Gaza. Pero también exhibe que el 16% de los opositores al plan quiere irse de Israel.
Por lo visto, emigrar es un verbo que no se conjuga solo en castellano ni en Argentina.
Así como muchos se han ido de este país al percibir que ya no era la tierra de promesas a la que habían arribado, esperanzados, sus abuelos, otros -a 15.000 kilómetros- creen que la tierra prometida a sus ancestros ha sido abandonada por su propio Gobierno, y también sienten el desencanto que los invita a irse.
Aunque sólo una minoría finalmente haga sus valijas, lo que efectivamente se advierte es una crisis en los partidos políticos. Algunos dirigentes del centro izquierdista partido Avodá dicen que se unieron al Gobierno para apoyar esta desconexión, y que ahora podrían romper su alianza con el Primer Ministro Sharón, quien, por su parte, ha sido cuestionado por su propio partido, el Likud.
“Está todo muy caldeado y ya se habla de elecciones anticipadas” agrega Kurland.