La palabra

El lenguaje, dice la lingüista Ivonne Bordelois en su libro “La palabra amenazada” es ante todo un placer sagrado, una forma, acaso la más elevada de amor y conocimiento. José Martí, el héroe cubano decía que: “La lengua no es el caballo del pensamiento, sino su jinete”. Aristóteles, apropiado por Mariano Grondona, el profesor que versea en griego y divaga en castellano, afirmaba: “El hombre es el ser de la palabra”. El historiador de la ciencia Guillermo Boido refiriéndose a la poesía, que es un estadio exquisito de la palabra dice: “La poesía es el intento de preguntarle a las palabras que somos. Como los sueños, ellos saben muchos de nosotros, quizás más que nosotros”. El escritor francés Maurice Merleau Ponty sostenía: “El lenguaje, antes que un objeto, es un ser”. Jacques Lacán afirmaba que “el sujeto se constituye a través de la trama del lenguaje y gracias a éste”. El filósofo Martín Heidegger decía: “El hombre no habla el lenguaje, sino que el lenguaje habla al hombre” La palabra desde hace muchos años en la Argentina es vejada, traicionada, violada, desvirtuada.

Por Hugo Presman

La palabra según Eduardo Galeano

En la selva del Alto Paraná, un camionero me advirtió que tuviera cuidado:
– Ojo con los salvajes -me dijo- Todavía andan algunos sueltos por aquí. Por suerte, quedan pocos. Ya los están encerrando en el zoológico.
Él me lo dijo en idioma castellano. Pero no era ésa su lengua cada día. El camionero hablaba en guaraní, en la lengua de esos salvajes que él temía y despreciaba.
Cosa rara: el Paraguay habla el idioma de los vencidos. Y cosa más rara, todavía: los vencidos creen, siguen creyendo, que la palabra es sagrada. La palabra mentida insulta lo que nombra, pero la palabra verdadera revela el alma de cada cosa. Creen los vencidos que el alma vive en las palabras que la dicen. Si te doy mi palabra, me doy. La lengua no es un basurero.

La palabra en Orfeo Negro

En Orfeo Negro de Marcel Camus sobre una obra de teatro de Vinicius de Moraes, Orfeo busca a su amada Eurídice en el infierno. La encuentra e intenta rescatarla. Mientras la precede en la fuga, Eurídice le dice:
“Si pudieras escucharme en vez de verme”. Su frase reivindica la necesidad de la mujer de ser valorada por lo que es, más allá de su belleza. Es también una definición perfecta de lo que es la magia de la radio como transmisión de la palabra a través del aire.
Orfeo, para concretar el rescate no debía mirar en ningún momento hacia atrás donde lo seguía Eurídice. Lo hizo y la perdió para siempre. Eurídice es también una representación de la palabra. Cuando se la traiciona, se la pierde para siempre.

La palabra en sus diversos usos

El eufemismo es una especie de ocultamiento verbal, un subterfugio verbal o escrito. La palabra cuando se usa como rodeo vacío, en forma de eufemismo, como lo hace Página/12 en su edición del 27-02-2005 donde calificó la comprometida situación del Secretario de Transporte Ricardo Jaime como enjabonada y opaca. Es un eufemismo de los que ridiculiza el humorista Fontanarrosa a través de su genial personaje Inodoro Pereyra cuando dice: “Ya no quedan domadores, ahora todos son licenciados en problemas de conducta de equinos marginales”
La palabra puede ser convocada como forma de confusión u ocultamiento. El Ministro del Interior Aníbal Fernández afirmó contra todo lo declarado hasta ese momento, que lo de las valijas voladoras se conocían desde octubre.
La palabra para acudir en rescate del olvido lejano o cercano: los obreros muertos de Río Turbio, los fondos de Santa Cruz cuyo retorno fue condicionado infantilmente al levantamiento del default, las fantasiosas inversiones chinas que fueron anunciadas hace apenas menos de cinco meses, la modificación del Código Penal que luego de una semana escandalosa se perdió en el olvido.
La palabra en un cono de silencio: la salud del Presidente, sus chequeos en un hospital público, bajo un ocultamiento imposible y absurdo.
La palabra puede resultar impotente para describir una situación política kafkiana como la de Santiago del Estero: elegir entre un personaje con frondosos antecedentes como el menemista José Figueroa, apoyado por el Presidente, acusado de vaciar los Bancos de Iguazú y Platense, entre “otras hazañas” y Gerardo Zamora del radicalismo apoyado por la estructura económica del juarismo, representada por el dueño de Santiago del Estero, el empresario Néstor Carlos Ick.
La palabra malversada en la mentira: los gurúes y los referentes políticos liberales que afirmaban categóricamente que era imposible conseguir la más mínima quita de la deuda.
La palabra como forma de recuperar el pasado: cuando la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos llegó al país en 1979, la nunciatura cedió una isla en El Tigre que por una jugarreta del lenguaje se llamaba ‘El Silencio’, donde iba el cardenal Aramburu los fines de semana. Se traspasó la propiedad a una sociedad integrada por su secretario Emilio Graselli, que se lo vendió a su vez a un grupo de tareas de la Esma, mediante el documento de un desaparecido de apellido Juan Ríos, usado por el torturador Jorge Radice.
La palabra como acusación: según el último libro de Horacio Verbitsky llamado ‘El Silencio’, el actual Cardenal Jorge Bergoglio habría abandonado a su suerte a los curas Orlando Yorio y Francisco Jalicks, que llevaban su accionar evangelizador a las villas del bajo Flores, los cuales fueron torturados en la ESMA y posteriormente dejados en libertad.
La palabra confusa para describir situaciones de desorden premeditado: la privatización de los controles y del Aeropuerto de Ezeiza, la tercerización infinita para diluir responsabilidades, el Estado delegando funciones y desentendiéndose de los controles.
La palabra como construcción de la hipocresía: Mauricio Macri y Mariano Grondona lamentándose por la falta del Estado, que el primero usufructúo y el segundo ayudó a demoler. Julio Ramos el dueño de Ámbito Financiero, una especie de rejunte económico que le hace competencia, sin proponérselo a la revista humorística Barcelona, afirma sin que se le mueva un solo músculo de la cara que se le debía poner coto, pero sin exagerar a los inversores, que durante mucho tiempo estuvieron acostumbrados a hacer lo que querían en la Argentina.
La palabra como fuego de artificio humorístico: Franco Macri sosteniendo que no hay que pagar la deuda.
La palabra como ironía: el nuevo apotegma es que a un verdadero menemista se lo reconoce porque ha dejado de serlo.
La palabra como transmisión de mensajes mafiosos: “Si yo saco la billetera, desaparecen las persecuciones” (Ex gobernador Carlos Juárez).
La palabra usada como elogio: Juan Carr, que con su red solidaria cumple diez años. Su labor, más allá de la mayor o menor coincidencia con sus opiniones, es uno de los tantos emprendimientos solidarios que, en una Argentina devastada, ayudo a paliar la catástrofe. Sin recursos y aguzando el ingenio, vinculó a los que necesitan con los que pueden proveer las soluciones.
La palabra para expresar agradecimiento: el neurólogo Facundo Manes que estuvo becado en Cambridge comenta en un reportaje en ‘La Nación’: “Por otro lado creo que quienes tuvimos la posibilidad de pertenecer a esa minoría de argentinos que accedió a la universidad, y cuya educación fue financiada por la gran mayoría de nuestros compatriotas, que trabajaron y pagaron con sus impuestos -aún sabiendo que ellos nunca serían los beneficiarios ni irían a la universidad- tenemos el deber de aportar nuestro esfuerzo sin pensar tanto en que nos debe ofrecer nuestro país” En otra parte cuenta esta anécdota: “Es como dijo un polaco que estaba haciendo una carrera bárbara en Cambridge, un físico brillante. Una vez le pregunté por qué se volvía a Polonia y me contestó: “Porque prefiero ser un polaco egresado de Cambridge en Polonia, antes que un polaco en Cambridge”.
La palabra para diagnosticar con precisión: “Los jóvenes viven en una sociedad donde hemos dejado de ver al otro como semejante y lo vemos como un obstáculo o un medio para conseguir nuestros fines: en Cromañón puedo meter el doble de gente porque no vale la vida sino la taquilla. Entonces, el trabajo con los jóvenes es otro: revalorizar la vida, la decisión de armar juntos un proyecto de país. Y mostrarles que la relación con los otros es la única garantía que tenemos. No hay posibilidad de salvarse individualmente”, psicoanalista Silvia Bleichmar.

La palabra

“Cosa rara: el Paraguay habla el idioma de los vencidos. Y cosa más rara, todavía: los vencidos creen, siguen creyendo, que la palabra es sagrada. La palabra mentida insulta lo que nombra, pero la palabra verdadera revela el alma de cada cosa. Creen los vencidos que el alma vive en las palabras que la dicen. Si te doy mi palabra, me doy. La lengua no es un basurero”.