Varios jefes de estado y funcionarios de máxima responsabilidad política fijaron su posición frente al nuevo museo Yad Vashem, el Holocausto y el antisemitismo:
Ariel Sharón, primer ministro de Israel: “Yad Vashem es la cámara de la memoria del corazón del pueblo judío”.
Kofi Annan, secretario general de la ONU: reafirmó que su organización debe “permanecer eternamente vigilante” ante la irrupción del antisemitismo y el racismo para poder “garantizar que este horror (por el Holocausto) no vuelva a producirse”.
Joschka Fischer, canciller alemán: “Yad Vashem es un momento de conmemoración del asesinato de seis millones (de personas) por la Alemania Nazi. Tenemos la responsabilidad histórica y moral de no olvidar nunca la responsabilidad de mi país en la Shoá”.
Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York: “la libertad es algo por lo que tenemos que luchar constantemente y si alguna vez no somos fieles a nuestros principios, entonces veremos lo que puede suceder de nuevo. No podemos permitir que la intolerancia resurja contra ningún pueblo”.
La ceremonia fue seguida por centenares de personas, entre los que se encontraban los máximos representantes políticos de Israel y decenas de sobrevivientes del Holocausto. Ubicado en el Monte Herzl de Jerusalem, el nuevo edificio abre sus puertas en coincidencia con el 60 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
El nuevo edificio que alberga a Yad Vashem es un prisma de cemento armado, obra del arquitecto judío, oriundo de Boston, Moshé Safdie. En su interior un pasillo con forma triangular e iluminado por un corredor de luz cenital recibe al visitante que debe atravesarlo en zig-zag para ingresar a cada sala en las que se exponen objetos, fotografías y elementos con los que se proyectan testimonios de las víctimas del horror.
Entre las salas puede observarse la recreación de la calle principal del gueto de Varsovia, símbolo del confinamiento al que fueron sometidos los judíos y de la revuelta protagonizada por la resistencia en 1944.
Farolas, adoquines, vías del tranvía y las mismas bocas de alcantarillas por las que pudieron escaparse algunos judíos del gueto.
En la sala dedicada a la “Industria de la Muerte”, los campos de exterminio, los restos de un vagón oxidado de tren son testigo de las deportaciones de miles de judíos a sus últimos destinos.
La “Sala de los Nombres”, que culmina el recorrido por el museo, está formada por una bóveda cónica decorada con fotografías y loa testimonios de 600 víctimas.
Entre otras tantas cosas, también podemos observar 230 pinturas realizadas por artistas judíos, muchos de los cuales describen sus propias experiencias.
La construcción del nuevo Yad Vashem costó 40 millones dólares y más de diez años de trabajo.
Centenares de policías patrullaron Jerusalem para proteger a los visitantes. Las principales avenidas fueron cerradas y un destacamento especializado en la detección de explosivos efectuó numerosas barridas.