¿Dónde están todos los perdedores?

El sábado pasado, me presentaron al hombre de mi corazón: Por cortesía del programa de televisión "Fact," me encontré con David Ben-Shimol y su hermano Yossi. Hasta hace muy poco, Ben-Shimol fue comandante del Yamam, la unidad policíaca de contra-terrorismo. Como tal, es un hombre que ha visto muchos combates y mucha demostración de valor. Ahora los dos hermanos crían antílopes en (el desierto de) Aravá donde están construyendo un Arca de Noé. ¿Por qué un Arca de Noé? ¿Ellos saben algo que nosotros no sabemos?

Por Yossi Sarid

Me gustó mucho Ben-Shimol, este comandante retirado, con su franqueza directa,: «Si yo no hubiera sido un soldado, habría sido un escultor. Esculpir es construir; matar gente es destruir,» dijo. «Todos nosotros fallamos: los oficiales mayores, generales, jefes de estado mayor. Los ciudadanos israelíes tienen menos seguridad ahora de la que tenían hace 30 años,» dijo.
«Yaakov Turner, el anterior comisionado de policía, no quería que yo fuera el comandante de Yamam, porque no era lo suficientemente representativo. Realmente hablar no es mi punto fuerte,» admitió Ben-Shimol.
Si hubiera dependido de mí, no habría designado a Ben-Shimol como comandante de Yamam. Yo lo habría designado como Jefe de Estado Mayor del Ejército o Comisionado de Policía. El entiende las limitaciones del poder para destruir, como opuesto al poder de crear, ddnde el cielo es el límite. El ve la realidad tal como es, y no como toda la gente «representativa» la pinta para nosotros. Y porque él no está dotado con un lenguaje elocuente (no es la impresión que yo recibí del programa de televisión), no tiene otra opción que intentar con más empeño cuando se trata de acción.
Después de todo, nosotros ya sabemos lo que pasa realmente.
Hemos estado allí antes: Cada vez que es designado un Jefe de Estado Mayor, digamos, todos tratan de ganar la confianza del hombre con profusas alabanzas, él es siempre un estudioso y un guerrero, un luchador intrépido con un alma mansa, cabeza y hombros sobre el resto, pero capaz de hablar «a nivel de los ojos» con el soldado raso, asertivo y doctrinario, pero sensible como un poeta.
El nuevo Jefe de Estado Mayor empieza su cadencia como la gran esperanza de un Ejército que marcha hacia sus deseos: él será el que hará la revolución, él será el que convertirá las Fuerzas de Defensa de Israel en un ejército pequeño, inteligente; el tiempo ha llegado, excepto que el ejército espera en la línea, es más fuerte que sus comandantes, y tiene éxito permaneciendo grande y un poco bruto.
El Jefe de Estado Mayor siguiente siempre es tratado como si llevara las espadas de Hannibal, Alejandro Magno y Napoleón en su vaina. Todos parecemos olvidarnos que, aunque los grandes generales abren sus ofensivas con estupenda velocidad, conquistando la mitad del mundo y arrasando los imperios, sufren la eventualidad de la derrota en el futuro. Por ejemplo, Napoleón todavía es considerado un héroe nacional en su país, aunque se retiró ignominiosamente de la Rusia nevada, mientras abandonaba a su ejército andrajoso, del cual quedaban sólo 100.000 soldados del original medio-millón. No está completamente claro por qué Napoleón sentía la necesidad de derramar la sangre de Europa y de Francia en particular, pero él fue y sigue siendo un héroe de guerra. Los franceses incluso le dieron una segunda oportunidad (suena familiar) la que duró sólo 100 días finalizando -usted acertó- con la derrota de Waterloo.
Sólo a generales famosos y fallidos se le dan segundas oportunidades, porque ellos hablan tan bien, diferente al vergonzoso Ben-Shimol, quien la pasa mal en tornar una derrota en victoria.
Realmente no hay nada como una gran derrota militar para perpetuar el nombre de un líder del ejército en la historia. Realmente, no hay ningún líder militar vencido, porque incluso las naciones derrotadas continúan venerando a sus decorados comandantes; incluso los muertos los veneran desde sus tumbas.
Yo visité el museo egipcio dedicado a la victoria de ese país en su Guerra de Octubre, que es nuestra Guerra de Iom Kipur (Día del Perdón en Israel y el pueblo judío), donde fui sorprendido al aprender que ambos -ellos y nosotros- ganamos exactamente la misma guerra. El mismo caso es para la Intifada, nosotros estamos extirpando de raíz el terrorismo y estamos ganando, y los palestinos nos están ahuyentando fuera de Gaza y el norte de Samaria, y son ganadores, como nosotros. Esto fue también verdad para El Líbano, Israel impuso silencio en la frontera norte, partió y ganó, mientras Hezbollah atacaba a Israel, lo envió tambaleando atrás de su frontera, y se anotó una victoria.
Todos vencedores. ¿Dónde están los perdedores? Quizás ha llegado el tiempo de erigir un monumento a ellos, a los perdedores del mundo de los que apenas hay un vestigio. No es una mala idea. ¿Puede ser que los hermanos Ben-Shimol estén intentando ahora que esta idea fructifique en medio del desierto, criando antílopes agresivos y construyendo el Arca de Noé?
¿Como comandantes militares responsables, silenciosos, ellos se están preparando para el próximo diluvio, distinto de los jefe de estado mayor y comisionados de policía que siempre se están preparando para la guerra prematura?