Dormir tranquilo...

¿Dormir tranquilo?

La noche del 4 de julio de 2004, en el programa PUNTODOC -transmitido por el canal América- las imágenes ponían al descubierto la cara de lo que ellos titularon el “Genocidio silencioso” que sucede todos los días en el Hospital Israelita de Buenos Aires. Las irregularidades acaecidas en el hospital no son nuevas, incluso las administrativas, en muchos casos anteceden a su actual conducción; la misma que fuera denunciada hace cuatro años por Nueva Sión, denuncia a la que el establishment comunitario le dio la espalda.

Por Guillermo Lipis

Lamentablemente, incluso en el programa aludido, tampoco apareció ningún dirigente comunitario de alto rango comprometiéndose a tomar medidas al respecto. Una vez más, al igual que en el tema del Banco Patricios, el Banco Mayo y la Universidad Bar Ilán, la comunidad tendrá que pagar con la degradación de su imagen y su alto grado de conciencia social por unos pocos delincuentes que saben hacer bien su trabajo de vaciamiento apoyándose en el supuesto bien común que identifica a las instituciones comunitarias. Es de desear que la comunidad tome, de una buena vez, las medidas internas que correspondan y todas las organizaciones acaten el veredicto reiterado en dos oportunidades respecto a Alberto Astrovsky, contrario a su persona emitido por el independiente Tribunal de Ética de la Comunidad Judía.
Más allá de las particularidades de la temática del programa, algunos de los dichos por los entrevistados podían ser traspolados a la crisis por la que atraviesa la comunidad en su conjunto.
Sobre todo resuenan dos frases expresadas por un ex médico del Hospital y el hijo de una paciente fallecida en el mismo.
El doctor Alberto Chinsky, ex jefe del Servicio de Otorrinolaringología, manifestó crudamente -al preguntársele por los motivos de su retiro del nosocomio- que “me transformaba en vez de colaborador en cómplice”.
Y el hijo de la citada paciente fallecida, desde su dolor, tiró la pregunta del millón: “habría que preguntarles si (ellos) pueden dormir tranquilos”.
Nadie sabe qué sucederá con Astrovsky y su ‘troupe’ a partir del día de la fecha. Nadie sabe qué dirigente comunitario saltará a pedir, definitivamente, su cabeza política. Lo cierto es que por omisión, inacción, o por dejar hacer (siempre en el mejor de los casos), la pregunta de si podrán dormir tranquilos excede el marco de la crisis del Hospital y llega, a entender de este cronista, por ejemplo, al próximo fallo del Tribunal Oral Federal Número 3, el que deberá expedirse acerca del juzgamiento por la llamada “conexión local” en el atentado a la AMIA.
Un juicio del que hoy todos pretenden despegarse pero que está plagado de obstrucciones e irregularidades en la investigación de las que el Estado, pero también la querella denominada ‘oficial’ (compuesta -entre otros- por las instituciones AMIA y DAIA) fueron parte.
El pago a Telleldín, el ocultamiento del “Informe Bodansky” (por el que se involcraba a Siria en el atentado) en la causa por parte de las autoridaes de la DAIA, la grabación ilegal de conversaciones producidas por la doctora Nercellas (quien utilizara un micrófono oculto en su cuerpo), la defensa a ultranza del entonces comisario Palacios, el premio entregado a las autoridades de la Federal, el último y bochornoso desaire al Presidente Kirchner organizado por Kirszenbaum y Toker a la cabeza de la DAIA en los Estados Unidos, la apertura a cuentagotas de los archivos de la SIDE o el apriete e intimidación que sufriera Laura Ginsberg en la SIDE misma, hablan a las claras de que más allá de la innegable falta de una voluntad real o completa de los organismos competentes del Estado, algunos integrantes de las querellas llegan a la queja y al lamento por la falta de justicia luego de haber obrado (conciente o inconcientemente) facilitando las cosas para que esto sucediera. Porque podremos denunciar -por ejemplo- que los archivos no están definitivametne abiertos, pero en lo que a la interna se refiere, el Estado no puede hacerse cargo de las irregularidades y ocultamientos cometidos por integrantes de las querellas que deb{ian exigir o ayudar a impulsar una investigación seria, responsable y profunda.
Hoy muchos se estarán rasgando las vestiduras y hasta llorando justificadamente porque sus familiares -y ellos- no hallaron la justicia y la verdad buscada en el juicio.
Y por eso es hora de que nos preguntemos quiénes podrán dormir tranquilos a partir de ahora.
La verdad no fue de la mano del juicio oral que está a punto de terminar. Pero igual está al alcance de quien quiera buscarla.
Ya es hora de que caigan las máscaras o de que quienes deban, dejen de lado la inocencia y la confianza ciega o muda por lo no denunciado o por una comprensión incorrecta de la realidad del previsible devenir.
Para que la comunidad organizada y cada uno de sus integrantes “duerman tranquilos” hay gente que no debe hacerlo y debe cargar sobre sus conciencias con la parte que les corresponda por tan lamentable final.
Esa es la misión de una comunidad con memoria. La pregunta es si la nuestra no la habrá perdido..