Los medios de difusión se ven obligados a hablar de miles y miles, marchando disciplinadamente durante muchas horas. Además, se publica exagerada y enfermizamente demasiado sobre quejas de automovilistas por los cierres de calles (pero ninguno ha chillado al pasar los peajes sin demora y sin pagar), exigiéndose la vigencia de las leyes sobre libertades, sin excluir la libertad de morirse hambre o de frío. La palabra orden se repite hasta el hartazgo, pero sin usar el término represión, porque nadie quiere pagar sus costos. No se piensa en las dimensiones del caos, o sea el desborde incontrolable de las masas en un país con más de la mitad de sus habitantes en la pobreza y una buena parte de ellos en indigencia desesperante. Pero sin nombrarla, se exige con eufemismos la represión. ¿Supondrá alguien que en caso de caos no correrán riesgos serios personas e instituciones? Seguramente que al día siguiente de ese comienzo, no tendremos medios de difusión posibles de ver, leer o escuchar.
Los métodos y demandas de los piqueteros también cambian. Ya no cortan tantas rutas, pero sus numerosos militantes se hacen notar como dueños y señores de las calles, sin competencia en ese campo de ningún otro tipo de corporación. Partidos políticos y sindicatos, sin poder de convocatoria, parecen no existir.
Los pedidos de los piqueteros, en sus últimas movilizaciones, han consistido en solicitar comida y libros escolares. ¿Es imposible acceder a ello, como un paso hacia soluciones más sólidas, aunque seguramente insistirán luego con otras justas demandas? Lo importante es ganar tiempo hasta llegar a mejores remedios sociales. Algunos grandes supermercados han hecho acuerdos, fijándoles cuotas que no significan desastres en sus economías, evitando así destrozos y saqueos, pues el hambre no espera.
Cuando los piqueteros reaccionan contra la multinacional inglesa Repsol-YPF (si, inglesa, no española) están poniendo en evidencia la antipatía de todos los argentinos por sus abusos y ganancias usurarias. Esa empresa castiga con sus altos precios en especial a los más pobres, a los consumidores de gas envasado, porque las distribuidoras de ese combustible no han invertido en más redes domiciliarias de poco rendimiento, pero gananciosas al fin.
Cuando los piqueteros toman estaciones de ferrocarriles que no cumplen con los servicios y exigen más subvenciones, están mostrando el sentir de millones de argentinos estafados y con ello han influido en la anulación de concesiones. Si escrachan a los ladrones bancos extranjeros están expresando la bronca de los ahorristas estafados. Si dicen ‘no pagar la deuda externa con el hambre de la gente’ y amenazando con reaccionar, están apoyando al gobierno a mejor negociar con los usureros bonistas internacionales, cosa que no hace la clase política argentina.
También los piqueteros escrachan a otros símbolos detestables como el FMI al entrar ¡horror! al vestíbulo del Sheraton.
Al manifestarse los piqueteros frente a la embajada yanqui, en número de 10.000 (según La Nación), han puesto en evidencia, como ocurre en todo el mundo, la repulsa por la arbitraria ocupación de Irak.
Los muchachos del grupo ‘Quebracho’, que los medios daban por desaparecido, para protestar contra el ‘envío de tropas a apoyar la última de las invasiones de Estados Unidos a Haití’, provocaron audazmente una situación peligrosísima. Pensamos que el estado no se ha ocupado lo suficiente para explicar mejor el problema.
Los 7 disparos que asesinaron a Martín Cisneros, activista seguidor de Luís D’Elía, generó la indignada reacción de ocupar una comisaría de La Boca, a cuyos miembros implican en el crimen. Para colmo, allí encontraron fotos, entregadas a un juez, de policías en orgía con prostitutas.
En la televisión vimos el sepelio de Martín Cisneros, que dio lugar a la solidaridad y condena de todos los grupos piqueteros, antes enfrentados. Hoy este tema, que no incluye aquí, desplazó a segundo término en los medios al importante viaje presidencial a China.
El piqueterismo criollo ya tiene contactos con similares de otros países del continente, en especial los movimientos indigenistas (que en Bolivia lincharon a un alcalde corrupto) y los activos ‘sin tierra’ brasileños. Mientras, aquí la ‘justicia’ despoja inconstitucionalmente a humildes poblaciones originarias, a favor de terratenientes extranjeros.
‘Los cambios se producen por medios violentos’, ha afirmado Raúl Castells y debe tenerse en cuenta. No demoremos el comenzar a dialogar, sin cerrar puertas a la esperanza de soluciones. Es la tarea más apremiante del momento. Es muy urgente y de todos, sin empujar a una represión que llevaría a un caos sangriento de impredecibles consecuencias.