Aparecido en La Vanguardia -20 de junio de2004-:

La historia del escape de Sobibor:“Un alegato por la dignidad humana”

La mayor fuga de presos en la Segunda Guerra Mundial llega a España en forma de libro, 22 años después de publicarse en la Universidad de Illinois. Trescientos judíos huyeron de la muerte en Sobibor (Polonia) tras enfrentarse a sus guardianes.

Por Josep M. Sòria

Llegó a las librerías españolas una historia apasionante y sorprendente sobre la fuga protagonizada por 300 judíos de un campo de extermino nazi, Sobibor, en el este de Polonia, en 1943. La mayor fuga de prisioneros de un campo en la Segunda Guerra Mundial. “Escapar de Sobibor” (Booket. Planeta) es un excelente trabajo del periodista norteamericano Richard Rashke, publicado en 1982 en University of Illinois Press, que fue la base para rodar en 1987 un telefilme, ‘Escapada de Sobibor’, del director Jack Gold, protagonizado por Alan Arkin y Joanna Pakula.
La historia del libro y el telefilme sobre aquellos hechos reales, que millones de televidentes en todo el mundo han visto como si se tratara de una aventura más sobre nazis y judíos, es reveladora de hasta qué punto las verdades oficiales se resisten a ser desmentidas. La historia está llena de tergiversaciones que son muy difíciles de destruir, y una de ellas es la que presenta a los judíos como una manada de corderos marchando hacia el matadero durante el holocausto nazi.
A pesar de los relevantes hechos que se narran, ‘Escapar de Sobibor’ ha tardado 22 años en llegar traducido a los lectores en lengua castellana por diversas cuestiones, entre ellas la de que desmiente los cánones históricos. Ha sido la curiosidad de un editor español, que tras leer en ‘The New York Times’ una crónica sobre la muerte de un fugado de aquel campo de exterminio, se interesó por un libro que no había pasado de un tratamiento minoritario en Estados Unidos.

El campo

Sobibor fue un campo de exterminio que funcionó entre 1942 y 1943 en el este de Polonia. Situado entre los más conocidos de Treblinka y Belzec, cerca de la frontera con Bielorrusia, formó parte de la Operación Reinhard de Himmler para exterminar a todos los judíos polacos. Se calcula que fueron un 1.600.000 judíos las víctimas en estos tres campos. Sólo en Sobibor, el más pequeño de los tres, fueron 250.000 los judíos gaseados. Al terminar la guerra se encontró muy poca documentación acerca de este campo, lo que hizo que quedara en un segundo nivel entre los oscuros pliegues de la historia.
Este hecho no es insólito. Sin ir más lejos, el pasado día 10 de junio se hizo público el descubrimiento de un nuevo campo de concentración nazi cerca del centro alpino de Rudolfshuette, una de las estaciones más populares de Austria, a 2.300 metros de altura. La investigación de una historiadora ha revelado que entre comienzos de 1943 y mayo de 1945 hubo un campo de concentración olvidado, en el que estaban recluidas unas 450 personas, en su mayoría franceses, belgas y austríacos.
Sobibor, sin embargo, no fue un campo más, sino un centro de exterminio. Todos los judíos que llegaban a este tipo de campo, a diferencia de Mathaussen, Auschwitz o Dachau, eran conducidos en 24 horas a las cámaras de gas, salvo unos pocos centenares de los más jóvenes y preparados, destinados a servicios y mantenimiento. En el momento más activo de Sobibor, llegaron a ser exterminados 2.000 judíos diariamente, en su mayoría polacos, pero también los había holandeses, alemanes, checos y rusos. La brutalidad de esta cifra obligó a una incineración masiva de cadáveres, lo que le añadió al horror de la muerte la tenebrosa atmósfera de los crematorios masivos.

El libro

Aunque sobre Sobibor existían algunos testimonios personales de los evadidos, Richard Rashke logró hablar con 18 supervivientes de la fuga en Estados Unidos, Rusia, Brasil, Polonia e Israel a principios de los años 80, y no sólo rehizo la apasionante historia de la evasión, sino de la vida cotidiana en el campo. De los trabajos realizados, de cómo se mantenía en secreto el denominado Campo III, donde eran exterminados los presos que llegaban a diario a Sobibor y de cómo lentamente emergió la necesidad de contar al mundo lo que allí ocurrió.
El libro contiene pasajes de una dramática dureza sobre las condiciones en que llegaban los presos y el trato que se les dispensaba antes de ser conducidos a las cámaras de gas.
Cuando en el invierno de 1942 la mayoría de judíos polacos habían sido exterminados, Sobibor pasó a encargarse del exterminio de presos llegados del frente bielorruso y de judíos procedentes de Alemania, Checoslovaquia y Holanda.

La historia

Es entonces cuando empieza surgir entre los presos la necesidad de organizar una fuga que tenía que ser masiva, porque los pocos intentos habidos de forma individual, tuvieran o no éxito, terminaban por pagarlo el resto de los presos con ejecuciones a granel.
Las noticias llegadas sobre la rebelión del gueto de Varsovia, en abril de 1943, aunque terminó con una masacre, también sirvieron de acicate. En mayo, las autoridades alemanas informaban a Himmler que de los 57.000 judíos que quedaban en el gueto de la capital polaca a principios de abril, 7.000 habían sido muertos y el resto enviados a Treblinka. Los pocos que lograron huir se unieron a los partisanos.
Un judío polaco, Leon Feldhendler, era el líder de una organización clandestina para el socorro mutuo en Sobibor. Este hijo de rabino, de mucho prestigio entre los presos, había estudiado todos los movimientos de los nazis para organizar una evasión. Cuando la creyó factible, encargó a otro preso, el soldado ruso Alexander Pechersky, Sasha, la planificación y liderazgo de la operación. Este se hizo pasar por amante de una joven judía alemana, Luka, para gozar de libertad de movimientos y de acceso al barracón de las mujeres, desde donde dirigió toda la operación.
Tras analizar todas las posibilidades, decidió que la fuga se haría mediante una estampida masiva de presos hacia la puerta principal del campo, con el fin de alcanzar los tupidos bosques que se levantaban a medio kilómetro. El plan, que se llevó en absoluto secreto hasta el último momento, había previsto iniciarse con el asesinato de varios oficiales alemanes y ucranianos mediante el señuelo de hacerles acudir a los barracones del sastre y del orfebre para probarse trajes y joyas realizadas con el oro y las piedras arrebatadas a los presos o con los dientes de oro de los exterminados. Con la ayuda de algunos kapos, presos que ejercían acciones de control policiaco, se hicieron de hachas, cuchillos y unas pocas armas de fuego.
El día previsto, el 13 de octubre de 1943, el campo amaneció con una presencia masiva de oficiales y soldados de las SS y hubo que retrasar la acción al día siguiente. El día 14 al mediodía, tras eliminar a casi un decena de jefes, y cuando los casi 600 presos se concentraban en el patio central para un recuento, salieron corriendo hacia la puerta principal y las alambradas contiguas, que sortearon mediante maderos.
La forma en que actuaron tomó por sorpresa a los guardianes que, descabezados de mandos, tardaron en reaccionar. Esto hizo posible que más de 300 llegaran al bosque colindante sanos y salvos. Más de un centenar y medio de presos cayeron en la huida, bien por los disparos de ametralladora de los guardianes, bien en los campos minados del entorno. Otro centenar largo no puedo salir del campo, al ser bloqueadas las salidas.
Una vez en el bosque, los huidos se dividieron por grupos. Unos se dirigieron a cruzar el Bug, el río que hace de frontera, con la intención de unirse a la guerrilla rusa, como fue el caso del líder de la fuga, Sa-sha. Otros se escondieron en los tupidos bosques de Parczew, donde unos 50.000 judíos orientales lograron sobrevivir durante la Segunda Guerra Mundial. Otros se escondieron en granjas, bien de parientes o de amigos, bien de polacos que admitieron como recompensa parte de dinero y joyas que los presos habían logrado esconder de los nazis.

“Un alegato por la dignidad humana”

El autor, Richard Rashke, se detiene en explicar el maltrato que, en general, dispensó la población católica polaca a los judíos. También durante la huida hubo judíos escapados de Sobibor que fueron entregados a las autoridades alemanas y ejecutados posteriormente. O el caso de León Feldhendler, que tras participar en la liberación de la ciudad polaca de Lublin fue víctima de un pogrom. Hasta tal punto fue así que algunos judíos tuvieron que huir a Rusia para escapar de los cazadores polacos.
El libro de Rashke, que insiste en varias ocasiones en que no es judío, no concluye con la fuga, sino que dedica un par de capítulos a los partisanos y resistentes polacos contra los alemanes, como el Ejército Patriótico polaco (Armia Krajowa), que no quiso mezclarse con dos grupos de resistentes judíos polacos liderados por Gruber y Greenshpan. Finalmente, estos dos grupos se unieron a la resistencia comunista de Genek Kaminsky.
El periodista concluye su interesante y apasionante trabajo con las entrevistas que realizó a cada uno de los sobrevivientes y con una emocionante visita a lo que quedaba de Sobibor, en 1980, junto con Thomas Blatt (Toivi), un escapado de Sobibor, hoy residente en los Estados Unidos. Otro de los testimonios es el de Shlomo Szmajzner, un judío polaco residente en Brasil, que ingresó en el campo con apenas 15 años y que logró sobrevivir gracias a su oficio de orfebre. Fue Shlomo el que logró arrebatar a los alemanes las armas de fuego el día de la fuga del campo. Es autor de un librito, ‘Inferno em Sobibor’, publicado en portugués en 1968. Para Shlomo, contar lo ocurrido “es un alegato por la dignidad humana”.