CARTA DE RUBEN BERAJA:
Hace más de 12 años, el conflicto de Medio Oriente estalló en Buenos Aires. La Embajada de Israel y dos años después la sede de la AMIA y de la DAIA fueron sus blancos. Sus víctimas mortales, 114; los heridos, centenares. Por su alineamiento con los EE.UU., la Argentina sufrió las represalias de las organizaciones terroristas enfrentadas con Israel.
Hubo múltiples destinatarios. Los primeros fueron nuestro país y otros de Occidente. La advertencia fue respecto de las consecuencias de una política exterior independiente. Otros fueron Israel y las comunidades judías de distintas nacionalidades, convertidas en blanco fácil para el terrorismo. Por último, los perpetradores mostraron a sus partidarios su propia capacidad para atacar en lugares remotos.
El gobierno del doctor Menem interpretó que accionar contra Hezbollah y los regímenes que la patrocinaron podía generar nuevas represalias. Por ello, adoptó una política de apaciguamiento diplomático mantenida hasta hoy. Nuestro país nunca explicitó oficialmente la política de Estado adoptada frente a la emergencia.
En la comunidad judía argentina, el ataque de 1994 provocó dramáticas asociaciones. Quedó evidenciado que en el seno comunitario había dos líneas interpretativas respecto de lo sucedido, de cómo enfrentar sus secuelas y de cómo encarar su investigación.
Encuadraremos la primera como el estallido de las emociones. Pocos pudieron vincular los ataques en Buenos Aires, en particular el de 1994, con la cadena de hechos terroristas lanzados contra Israel y comunidades judías.
Una parte de los familiares de las víctimas negó cualquier relación entre el atentado y el conflicto de Medio Oriente. Centró la búsqueda de responsables en el plano nacional y fundamentalmente en círculos vinculados con el gobierno de Menem, al limitar sus reclamos ante lo acaecido.
Ante el imprevisto, al gobierno nacional le faltaron decisión, reflejos y hasta sensibilidad para reaccionar en el momento preciso. Fue diligente en las compensaciones económicas, pero ellas no podían paliar el dolor ni las aspiraciones de justicia.
El desconocimiento de la política de Estado adoptada incrementó la desconfianza y las críticas de los grupos enrolados en esta línea interpretativa. Esa ola crítica alcanzó al juez a cargo de la instrucción, Juan José Galeano y a mí como presidente de la DAIA. Me hizo responsable de la incapacidad estatal para enfrentar una organización terrorista internacional.
La otra línea interpretativa que adoptaron la DAIA y la mayoría de los familiares de las víctimas la encuadramos como la racionalidad institucional: interpretó los ataques en Buenos Aires, como una manifestación del conflicto palestino-israelí y vinculados a otros ejecutados en Israel y en otros países y sostuvo que las masacres se consumaron en territorio argentino, contra su pueblo y tomando como blanco a instituciones judías. Entendió que el Estado argentino era el responsable de la investigación, del esclarecimiento y de la condena de los criminales.
Ya en 1994 la DAIA sostuvo que sólo la cooperación internacional evitaría la multiplicación y la expansión del terrorismo por el mundo. El tiempo confirmó esa concepción. En ese contexto, encaró acciones en el plano judicial, el político, el legislativo, el de seguridad y también en el exterior.
La instrucción judicial se extendió durante largo tiempo y demandó un gran esfuerzo. Las sospechas iniciales del doctor Galeano lo llevaron a investigar, como pista principal, al gobierno de Irán y a Hezbollah.
Llegó a la presunción de que grupos vinculados con ambos habían sido los autores del atentado a la AMIA. En consecuencia, dispuso la captura internacional de diplomáticos y funcionarios iraníes y de jefes de Hezbollah.
Esta medida, por las razones antes explicadas, hasta el momento no alcanzó y difícilmente alcance resultados concretos. Los investigadores conjeturaron que la célula terrorista que consumó el atentado debió de haber recibido, necesariamente, apoyo local. Pasados diez años, sólo quedaron presuntamente involucrados 20 ciudadanos argentinos, cuya conducta se encuentra aún sometida a juicio oral.
Atención desviada
La investigación judicial resultó cuestionada, lo que motivó el desvío de la atención del objetivo central: la captura de los máximos responsables del crimen. Las diferencias de enfoque con el sostenido por la DAIA levantaron ataques en su contra. Terminaron acusándome, injusta y falsamente, de haber pactado con el gobierno a cambio de supuestos beneficios particulares.
Desde la DAIA se buscó evitar la politización del caso y se decidió no responder agravios. La confrontación intracomunitaria fue aprovechada por opositores al gobierno.
Ante este enfrentamiento, el gobierno reaccionó responsabilizando a toda la comunidad judía argentina organizada por las acusaciones consideradas agraviantes, a pesar de provenir de un reducido grupo. La represalia no fue religiosa, sino política. El flanco escogido para enfrentar la hostilidad de algunos sectores y mostrar su enojo con la comunidad judía argentina fue su estructura financiera.
También se sumó la disputa por el liderazgo comunitario. Tradicionalmente, en la comunidad judía argentina, las agrupaciones políticas actuaron como filiales de los partidos israelíes. Su principal exponente fue el partido Avodá, que manejó durante 40 años el poder comunitario. Esa hegemonía se vio interrumpida en 1991 con mi elección como presidente de la DAIA.
Mi condición apartidaria despertó recelo en los partidos tradicionales y llevó al sector más intransigente de Avodá a incrementar sus esfuerzos para desplazarme. El gobierno focalizó su respuesta a las agresiones, sobre mi persona y sobre el banco que yo presidía por considerarme el referente más representativo de la comunidad.
Así, con la colaboración fundamental de mis adversarios internos, el gobierno logró desplazarme. Los agitadores internos lograron con malicia y astucia, ocultar sus responsabilidades en el hecho.
CARTA DE FAMILIARES Y AMIGOS DE LAS VICTIMAS:
Los Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la AMIA queremos expresar nuestro punto de vista sobre algunas expresiones vertidas por el Dr. Beraja en su artículo publicado por el diario ‘La Nación’ el lunes próximo pasado (14 de junio).
Dr. Beraja:
Usted expresa que los Atentados a la Embajada y a la AMIA fueron en represalia por el alineamiento de Argentina con los Estados Unidos y como consecuencia de una política exterior independiente de nuestro país.
Como se puede ver, usted sigue interpretando, al igual que cuando conducía la Comunidad, que al ser la matanza de nuestros familiares consecuencia de situaciones políticas internacionales, los esfuerzos para lograr saber la verdad debían pasar por conocer quienes fueron los responsables ideológicos y materiales fronteras afuera.
Nosotros siempre pensamos distinto, que para tener una Argentina mejor era y es prioritario saber quienes fueron los que, fronteras adentro, ya sea por acción, omisión, intereses económicos o ideológicos, hicieron lo posible para que en nuestro país sea fácil, muy fácil, hacer explotar dos bombas que aún hoy permanecen impunes.
Y eso Ud. lo sabe bien porque se lo dijimos infinidad de veces, que los Familiares y Amigos de la Víctimas nunca estuvimos de acuerdo con esa postura de la DAIA
Creemos que el análisis que usted hace con referencia a MEMORIA ACTIVA, cuando la llama “una parte de los Familiares de las Víctimas” , al decir que negó cualquier relación entre el Atentado y el conflicto de Medio Oriente es, para nosotros, inexacto.
Una cosa es negar algo y otra considerar prioritario establecer responsabilidades fronteras adentro.
En eso todos los familiares opinamos lo mismo, que esto era y es lo prioritario, sin desconocer la situación internacional.
Al hablar de nuestro grupo cuando usted dice que somos la otra línea interpretativa formada por la mayoría de los familiares que está encuadrada en la “racionalidad institucional“, hace referencia a que la misma fue sostenida en conjunción con la DAIA.
Dr. Beraja, no sabemos si la situación por la que usted está pasando o el simple paso del tiempo lo hicieron “olvidar” las innumerables veces que los familiares les expresamos a usted y a las distintas dirigencias que lo sucedieron nuestros desacuerdos con esa forma de ver las cosas que tenia la DAIA.
Dr. Beraja, no se equivoque. El hacer los actos de los 18 de julio en conjunto y formar parte de una querella unificada en el Juicio Oral por disposición del Tribunal no hace que los Familiares y Amigos de las Víctimas formemos un ‘tandem’ de pensamiento junto con la DAIA como usted pretende hacer entender en su artículo periodístico.
Si alguien lo ve así desde el afuera, es porque los familiares siempre consideramos que las diferencias con la DAIA las debíamos discutir puertas adentro y no a través de los medios.
Nosotros seguimos pensando lo mismo aunque parezca un poco ingenuo.
Pero le queremos decir que no somos tan ingenuos. Que aprendimos como se hacen desplazamientos políticos aunque no nos gusten, y que este grupo de familiares no persigue fines políticos sino solo saber la verdad. Nuestro lema es JUSTICIA Y MEMORIA y no somos la representación política de nadie.
Usted sigue diciendo, con referencia a la investigación, que la misma fue cuestionada pero que demandó gran esfuerzo por parte del Dr. Galeano y quienes debieron investigar y, a nuestro juicio lo hicieron mal o no lo hicieron.
Los familiares, desde hace varios años venimos denunciando esto en cuanta oportunidad podemos y creemos que con razón
Nos hubiese gustado que usted hiciera lo mismo en lugar de cruzar la plaza para dar explicaciones sobre nuestra conducta.