A 37 años de la Guerra de los Seis Días, la reflexión de soldados israelíes:

“Debemos mirarnos en el espejo para entender en qué nos hemos convertido; el país nos envió allí, qu

A 37 años de la Guerra de los Seis Días, todo vuelve a la misma cuestión una y otra vez: la ocupación vista como la medida de todas nuestras desventuras. No es porque una vez terminada la ocupación deje de haber terrorismo, sino porque ese día volveremos a poder educar a nuestra sociedad bajo los valores de una sociedad normal y bajo los principios del sionismo: realización en la tierra histórica bajo valores humanistas y en paz con sus vecinos; evitar la opresión a otros pueblos alejándonos de ello como del fuego, por nuestro propio bien. Parte de la tierra histórica está; la paz con nuestros vecinos está en camino; pero los valores humanistas, mientras haya ocupación, seguirán cuesta abajo. Mientras tanto, un grupo de soldados israelíes quienes han presentado una exposición fotográfica y de video crítica afirman: “Debemos mirarnos en el espejo para entender en qué nos hemos convertido; el país nos envió allí -por los territorios ocupados-, que el país se haga cargo de las consecuencias”.

Por Por Marcelo Kisilevski (desde Israel)

Estas líneas se escriben el viernes 4 de junio, día en que el primer ministro Ariel Sharón ha despedido formalmente a los ministros del partido de ultraderecha, Ijud Leumí (Unión Nacional), por negarse a apoyar su plan de retirada unilateral. Con esto queda puesta de manifiesto la sinceridad de su intento por hacer aprobar e implementar su plan. Es legítimo ver dicho intento como coyuntural o políticamente calculado, pues lo que más queda claro, a nivel político, es que Sharón busca terminar su mandato como premier y neutralizar los intentos de su rival interno, “Bibi” Netanyahu por quitarle la primogenitura con vistas a las próximas elecciones.
Pero el intento es sincero, más allá de que podamos no compartir sus motivaciones.

Guiños

También fue sincero su intento por mantener unida la coalición el mayor tiempo posible. Desde el mismo día en que hizo público su plan de retirada unilateral (al que bautizó «Hitnatkut», traducible como «Autocorte», cortarnos de los palestinos, cosa que se diferenciara del plan de retirada unilateral del sur de El Líbano de Ehud Barak), Sharón produjo titulares en cantidades industriales. Lo más importante era centrar la atención pública en cualquier cosa que no fuera sus complicaciones con la justicia en los casos por corrupción en los que son investigados Sharón e Hijos S.A.
Pero fuera de su insistencia en impulsar el plan, o su resonado viaje a Estados Unidos, donde arrancó hábilmente al Presidente George W. Bush una carta de compromiso que los palestinos se apresuraron a comparar con una nueva Declaración Balfour vista como calamitosa, el resto de las noticias fueron del rango de la liquidación del jeque Ajmad Yassin y la de Abed El Aziz Rantisi, líderes consecutivos del Hamás. Y la última: el lamentable “Operativo Arco Iris», con su secuela de destrucción, desolación y muerte.

Guiños

En resumen, guiños para la izquierda y para Bush: este plan pasará porque di mi palabra a Bush, aunque me cueste el gobierno; guiños para la derecha en su coalición: vean, es cierto que yo digo que me quiero ir, pero sigo siendo Sharón. Y si el gobierno tiene que caer, que sea por haber intentado una paz histórica -intentando modificar de paso su incorregible imagen internacional- y no por haber recibido dinerillos ‘non sanctos’. Mejor caer como estadista que como un politicacho corrupto más.
En resumen, la gente comienza a comprobar -o mejor dicho a confirmar sus sospechas- de que los puestos de poder de los políticos líderes son lo único importante, que no planes de paz o estrategias nacionales cualesquiera.
Lo triste es que los políticos líderes son Sharón y Netanyahu solamente, pues no hay del lado laborista ninguna alternativa por el momento. El precio de esta mezquindad lo siguen pagando miles de vidas civiles inocentes, israelíes y palestinas. Palestinos e israelíes, también, pagan un alto precio en salud mental.
Punto aparte.

La brutalización de una sociedad

En la última semana, un grupo de soldados que terminaron no hace tiempo su servicio militar regular (tres años) en Tzahal inauguraron una muestra de fotografía y video donde registraban las secuelas que dejó en ellos su servicio en Hebrón.
Cada uno tuvo que pasar períodos variables haciendo guardias, vigilando puestos de control, enfrentándose con palestinos armados. Cada uno de ellos relató con cámaras y fotos qué es lo que les había hecho sus respectivas permanencias en ese lugar.
Los testimonios fueron contundentes. Los soldados dieron cuenta de su propio proceso de brutalización y de oscurecimiento de la sensibilidad humana. «En un momento determinado, ya no me importaba golpear a un palestino que no me podía hacer nada», contaba uno de ellos.
No es, esta, una protesta del estilo de los oficiales que se negaron a continuar con operativos en los territorios, o la de jóvenes apoyados por agrupaciones de izquierda y Derechos Humanos en contra del servicio en los territorios ocupados.
Una periodista les preguntó:
– Pero entonces, en vuestra opinión, ¿qué habría que hacer? ¿Pretenden que Israel los saque a todos ustedes de allí sin más ni más?
Su respuesta a esta pregunta fue clara:
– Nosotros no entramos en política; nosotros sólo hacemos un llamado a mirarnos en el espejo para entender en qué nos hemos convertido; el país nos envió allí, que el país se haga cargo de las consecuencias.

Pues la pregunta de los valores de la sociedad es la pregunta crítica que los estadistas-politicachos no se formulan. Una sociedad cuyos soldados golpean sin razón a civiles de la sociedad «rival» es una sociedad cuyos hombres ya no tienen problemas en golpear a sus hijos y esposas, convertidos también en «rivales».

Memoria selectiva

Es cierto que Israel carece de una política explícita y legal de racismo, discriminación, maltrato o aniquilación. Las muertes civiles palestinas son de rebote, no con intención directa. El último incidente, en el que murieron ocho palestinos por esquirlas de obuses de tanques contra un muro junto a un grupo de manifestantes palestinos, es el ejemplo. La sociedad israelí respiró tranquila cuando se enteró que entre los manifestantes, e incluso entre los muertos, había palestinos armados incluso con bazookas. Y que la culpa la tienen los terroristas palestinos que usan a su población civil como escudos humanos. Todo esto es cierto, pero entre tanta argumentación no olvidamos a los ocho muertos, y a los muertos que vinieron antes, y a las casas destruidas y a su gente.
Oficialmente, todo disparo de un soldado de Tzahal es investigado, y si no hubo adecuación de la actitud a la doctrina de «Pureza de armas», que obliga a disparar a matar sólo cuando la propia vida del soldado corre peligro, el soldado es sometido a juicio y castigo. Lo cierto es que no se conocen soldados presos por «muertes innecesarias», tal como lo admiten funcionarios del ministerio de Relaciones Exteriores sólo en el secreto de sus pasillos ministeriales.
Los malos tratos de soldados desbocados tampoco se parecen a los de los soldados norteamericanos en Irak.

Los relacionistas públicos de Sharón

Es que los norteamericanos todo lo hacen en grande; nosotros tenemos un paisito pequeño. Un grupo de gendarmes israelíes aterrorizó durante largos minutos a un palestino obligándolo a besarles las botas a punta de rifle, y cosas parecidas. Esta vez sí, los gendarmes fueron arrestados y juzgados.
Pero es sobre este punto, el de los valores, el de la ocupación como corruptora de toda decencia, sobre lo cual las comunidades judías del mundo debieran poner el grito en el cielo, y no solamente en las tendenciosas descripciones de la prensa.
Los judíos de la diáspora, que ven la cosa de afuera, pero lejos de ser «de palo» son los que pueden ver las cosas con la claridad que da la distancia, deberían dejar de escandalizarse por los títulos de Clarín, y no seguir quedando pegados con toda política israelí. Pues Israel no los está ayudando. Más bien los pone en problemas con sus acciones, sus destrucciones de casas, sus liquidaciones selectivas y su ocupación: ¿por qué debieran los judíos, que ya bastante tienen, ser los encargados de las relaciones públicas de Sharón, al que las relaciones públicas le importan un bledo?
Deberían, al contrario, cargar las tintas en un llamado a Israel a recuperar la cordura, a volver a la senda del viejo sionismo, el que llamaba a un hogar nacional en paz con sus vecinos y en la tradición humanista de los profetas.
En este nuevo aniversario de la ocupación, por su propio bien, no necesariamente por el de los palestinos, los judíos del mundo -tanto en Israel como en la Diáspora- debiéramos volver a revisar nuestras fuentes, y hacerles saber a nuestros líderes de lo que hemos leído. Podemos agregar un pedido de buena vecindad al líder de turno: si verdaderamente se propone retirarse, que trate de hacer menos ruido al cerrar la puerta