Gazi Al Yawer, un político sunita de Mosul, de la gran tribu de los Shammar, educado en la Universidad norteamericana de Georgetown, hombre fuerte de negocios que vivió quince años en el exilio, fue elegido como sexto presidente de la Republica después de los Kassem, los hermanos Aref, Al Bakr y Saddam Hussein, de esta república instaurada en 1958 tras el derrocamiento del trono hachemita, república que siempre mostró vocación nacionalista árabe y de tendencia “progresista” antioccidental.
Su designación por los miembros del Consejo de gobierno provisional se impuso media hora después de que fuese anunciada la elección de Adnan Pachachi como presidente y tras la renuncia expresa de éste invocando que algunos de sus compañeros del precario órgano ejecutivo lo postularon para desacreditarlo como el “candidato de los Estados Unidos”.
La inmediata difusión de un comunicado de la ONU para ayudar a la formación de este gobierno de transición, confirmó a Al Yawer como nuevo jefe de Estado iraquí.
“El imperio de la ley”
En sus primeras palabras, Gazi Al Yawer destacó que los iraquíes quieren una soberanía completa “a través de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que permita la reconstrucción de una patria libre, independiente, democrática, federal y unificada”, y se comprometió a esforzarse para “eliminar las divisiones étnicas, fomentar la reconciliación nacional y la estabilidad de la República”.
El nuevo presidente prometió instaurar “el imperio de la ley” en el país. “La época de los déspotas se ha acabado” dijo duramente.
Tal como se había establecido, las dos vicepresidencias estarán desempeñadas por un chiíta y un kurdo. Pese a que el texto de la Constitución provisional no alude a ninguna distribución de ministerios por razones confesionales, el Gobierno se constituyó con estos evidentes criterios, como también lo fue el anterior Consejo de 25 miembros -ya disuelto- entre chiítas, sunitas, kurdos, turcomanos y cristianos.
Pese a reconocer que el proceso “no ha sido perfecto”, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, defendió la conformación del nuevo gobierno iraquí.
Annan afirmó que debería “mirarse el Gobierno en su conjunto, no a sus miembros individualmente”.
“Nos parecemos a los bizantinos de Constantinopla debatiendo sobre el sexo de los ángeles mientras los enemigos estaban a las puertas de la ciudad”, comentó Al Yawer, que encabezó el Consejo tras el asesinato de su anterior Presidente.
Prioridades
La seguridad, la explotación petrolera y la administración de los fondos de la reconstrucción desbordan sus restringidas posibilidades de acción. Este gobierno, como el Consejo provisional, carece de legitimidad popular y muy difícilmente será digno de crédito. El propio vicepresidente, Ibrahim Jafari, ya manifestó sus reservas.
Pero lo que sí queda claro es que su principal misión es preparar las elecciones del próximo mes de enero, que darán pie a la formación de una Asamblea Nacional, un gobierno representativo y a la elaboración de la Constitución del nuevo Irak.
Al menos hasta entonces continuará la ocupación militar y la autoridad de facto seguirá en manos estadounidenses.
El próximo 30 de junio traspasarán el poder a este flamante gobierno. ¿Qué ha sido esta ceremonia en el desahuciado “museo del tiempo” de Saddam Hussein? ¿Una investidura ante un Parlamento inexistente, una toma de posesión de funciones “aún no traspasadas” o, sencillamente, una mediocre representación teatral?