Declaración pro paz palestina-israelí
Representamos a un grupo de chilenos-palestinos y chilenos-judíos, respaldado por numerosos miembros de ambas comunidades, que nos hemos reunido para analizar el prolongado y doloroso conflicto palestino-israelí. Lo hemos hecho impulsados por un imperativo ético que no nos permite adoptar la posición de espectadores frente a una situación que afecta tan dramáticamente la vida de seres humanos que sentimos tan cercanos.
Desde un comienzo quedaron en evidencia nuestras distintas visiones sobre el conflicto. Cada parte sostiene argumentos que respetamos, pero que no necesariamente compartimos. Sin embargo, hay un profundo acuerdo sobre la necesidad de encontrarnos para buscar soluciones, aun con nuestras diferencias. Creemos que desde la mutua aceptación -que surge de la conciencia de no ser poseedores de verdades absolutas- se pueden encontrar caminos de salida. Aceptar nuestras diferencias no sólo es un valor ético, sino también pragmático. Detenerse en la discusión sobre las causas del problema no nos conducirá a una solución, tal como lo demuestran los hechos ocurridos hasta ahora.
Por ello, teniendo en perspectiva un futuro de paz y convivencia, hemos elaborado conjuntamente un documento de consenso para presentar a ambas comunidades del país y a toda la ciudadanía chilena.
Nuestro principal objetivo es demostrar que existe la posibilidad para ambas comunidades de convivir y sumar sus voces de paz a otras iniciativas similares que existen en todo el mundo.
Acuerdos:
– Durante siglos, árabes y judíos se relacionaron pacífica y fraternalmente y contribuyeron al desarrollo de las ciencias, la filosofía y el arte. En Chile, ambas comunidades han tenido una excelente relación y han hecho un significativo aporte a la riqueza material y cultural de nuestro país.
– El pueblo judío y el pueblo palestino reivindican para sí territorios comunes, situación que es el centro del conflicto.
– Tanto al pueblo palestino como al pueblo judío les asiste el derecho a su autodeterminación nacional, principio esencial que no tiene otra limitación que el derecho del otro a su soberanía, a la seguridad y a la paz.
– La trágica historia reciente de la relación entre ambos pueblos -décadas de sangre, intolerancia y terror- muestra en forma inequívoca que ninguna solución de fuerza es viable, como tampoco válida ni aceptable en el plano de la realidad. Sólo una negociación política, una vía pacífica, conducirá a la paz que, necesariamente, exige la capacidad de flexibilizar posturas por ambas partes.
– A la hora de las negociaciones, que reconocemos como dolorosas y difíciles, deben constituirse como condiciones básicas el derecho a la existencia y seguridad del Estado de Israel, así como el derecho a la creación de un Estado Palestino soberano y viable.
– Ambos pueblos y sus gobernantes deben rechazar y combatir, firme y decididamente, toda forma de violencia y terrorismo.
– Se debe poner término a la ocupación israelí de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, así como de la parte oriental de la ciudad de Jerusalem (la Jerusalem árabe). Las fronteras entre Israel y el Estado Palestino deben tener como referencia las líneas de cese al fuego que existían hasta el 4 de junio de 1967, en concordancia con las resoluciones 242 y 338 de Naciones Unidas. Debe ponerse fin a los asentamientos judíos ubicados en el nuevo Estado Palestino como parte del término de la ocupación.
– Es imprescindible solucionar el problema de los refugiados palestinos, y la solución de esta tragedia debe contemplar los intereses demográficos de Israel. Sin este reconocimiento mutuo -por un lado, el derecho de los refugiados palestinos al retorno y, por otro, la imposibilidad de que Israel los absorba masivamente sin perder su carácter de estado judío democrático- es imposible que se llegue a una paz duradera y sostenible.
Con esta declaración pretendemos hacer un llamado a las comunidades chileno-palestina y chileno-judía, y a todas las fuerzas sociales dispuestas a trabajar por la paz y por la fraternidad y solidaridad entre los pueblos.
(La carta la suscriben alrededor de 500 personas de las comunidades chileno-palestina y chileno-judía)