La grabación exhibía a un hombre con pasamontañas quien leyó una declaración fechada el mismo día antes de llevar a cabo el asesinato. El rehén se encuentraba sentado en el suelo, flanqueado por cinco enmascarados. Los secuestradores empujaron la cabeza de la víctima contra el suelo, gritando: «Alá es el más grande», le cortaron el cuello y luego la exhibieron a cámara.
Para el senador republicano Wayne Allard, el asesinato de Berg demuestra que el escándalo de las torturas debía haberse mantenido en secreto. «Esto es lo que pasa cuando se hacen públicas ciertas cosas», afirmó Allard ante la comisión del Senado que investiga las violaciones a prisioneros iraquíes por militares de de los Estados Unidos.
En el video difundido en Internet, donde se muestra la decapitación, se escucha decir: “A las familias de los americanos les decimos que la dignidad de los hombres y mujeres musulmanes de Abu Ghraib y de otros no se redime sólo con sangre y almas. No recibirán nada de nosotros más que ataúdes tras ataúdes… todos degollados de esta manera”.
Abu Ghraib es la prisión utilizada ahora por los americanos en las que se mostraron las vejaciones producidas por soldados americanos y británicos a hombres del ejército iraquí.
Según un funcionario anónimo del Departamento de Estado, Berg era «un ciudadano norteamericano que no estaba vinculado con ningún contrato militar». La misma fuente admitió que el cuerpo de un ciudadano identificado como Berg había sido hallado horas antes en Bagdad.
El portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, afirmó que el video muestra «la auténtica naturaleza de los enemigos de la libertad» y que Estados Unidos no parará hasta llevar a los asesinos de Berg ante la justicia.
Lo cierto es que, más allá de las razones de uno u otro bando, lo impredecible es saber hasta dónde llegará, nuevamente, este espiral de violencia, adentro y afuera de Irak.